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Pluriempleo en periodismo. No saber decir "no"

Publicado el 17 mayo 2009 por Martarg

El retraso en mi actualización del blog habla por sí mismo: estoy desbordada. Se acerca una de esas etapas del año en la que se van acumulando plazos de entrega, textos que entregar, encargos, tareas... Y no me da el tiempo. Creo que esto es más común de lo que podría imaginar y supongo que hay miles de profesiones en las que ocurre. Sin embargo hace tiempo que prometí volcar mis reflexiones sobre cómo afecta esta tendencia a "pluriemplearse" a quienes nos dedicamos a la comunicación. Lo haré, obviamente, desde mi humilde punto de vista, por lo que observo en mí misma y en los compañeros.
El contexto al que me voy a referir es uno concreto: somos redactores formados en la idea (desde la facultad) de que no hacen falta periodistas. No somos necesarios. Informar lo puede hacer cualquiera y si lo haces de manera profesional será difícil que puedas vivir de ello. Para los grandes y motivadores trabajos ya hay lista de espera entre los candidatos con solera o recomendación y si logras un puesto de trabajo tendrás que malvivir con contratos precarios y poco sueldo.
Cuando empiezas a estudiar estás motivada. Hay vocación y hay idealismo. No eres ambiciosa, no pasará nada si tu puesto de trabajo es precario, porque disfrutarás con lo que haces y le dedicarás tiempo y esfuerzo hasta que puedas ser de esos afortunados que sí logran vivir haciendo lo que les gusta. Luego cumples años y descubres que la profesión es eso, una profesión: y que la necesitas para vivir. Te sientes afortunada si tienes un empleo "de lo tuyo" pero no terminas de ver claro que sea estable. "¿Y si...?" La amenaza de un recorte de plantilla, de un cambio en las directrices de la empresa, etc. siempre estarán ahí.
Si no trabas en una redacción y te dedicas a otras áreas, el trabajo parece a veces más estable. Los gabinetes de comunicación están ubicados dentro de empresas o instituciones que pueden tener una mayor solvencia o menor inestabilidad. Además en un gabinete de prensa no suele haber demasiada gente, luego no hay competitividad por sobrevivir. Si el gabinete eres tú, mientras haya tarea, tendrás trabajo. Es una opción de vida diferente, más alejada de lo intrépido pero que te deja ver otras facetas de la comunicación.
Y puedes tener la suerte de que el trabajo te vaya bien. Con desconfianza por tu parte, pero empiezas a ver que sobrevives, y tiras para adelante. Entonces puede que empieces a tener contactos y te empieces a "mover" dentro del área en la que trabajas. El periodismo es muy amplio y tiene mucha versatilidad... Puede que encuentres el modo de colaborar con algún reportaje en cierta publicación o que te encarguen puntualmente alguna tarea. Quien no tiene capacidad para integrar a un profesional en su plantilla "tira" del freelance. Si lo eres, no te queda otra que la multitarea y el pluriempleo para sobrevivir. Si lo incorporas a tu vida como complemento, lo que te van a faltar son horas de sueño porque empezarás a aceptar tareas por la sorpresa de que "haces falta" (son tantos años recibiendo el mensaje de que tu profesión es poco útil...).
Si este es tu caso (es el mío, así que es el que conozco), lo difícil es ajustar el volumen de encargos que puedes aceptar. No sabes decir que no porque existe de fondo la creencia de que hay un componente de suerte (valoran que sea un profesional el que escriba un buen texto) y porque puede que alguna de estas tareas justamente sean el tipo de trabajo que te gusta hacer; no puedes vivir 100% de ello pero tienes la ocasión de incorporarlo a tiempo parcial. Y lo haces, por si acaso. Por si un día terminas cambiando de área. Por si mañana deciden que ya esos textos los puede hacer alguien que no sepa de esta labor. Por si se trata solo de una conjunción de planetas favorable que te permite durante un tiempo tener trabajo... Por si estos contactos pueden servirte en el momento en el que tengas que buscar otro empleo... E incluso, cuando llevas varios años así, empiezas a hacerlo solo por el compromiso personal con quienes te han ido encargando cosas con el tiempo. ¿Cómo les vas a dejar tirados? ¿Cómo les dices que no tienes hueco? El hueco se saca, hombre, es una tarea pequeña....
La precariedad percibida nos sitúa en una posición en la que no creemos que la profesión tenga solidez o no creemos que un trabajo como éste sea apreciado. Esto también influye a la hora de establecer nuestras tarifas. Solemos trabajar por cantidades ridículas. Salvo las colaboraciones prefijadas por las revistas, que suelen tener un sistema de pago por página o por palabras que sigue una lógica aceptable, todas las demás tareas (apoyo a labores de comunicación corporativa, mantenimiento del contenido de una página web, elaboración de boletines, desarrollo de notas de prensa...) las cobras a precio ridículo, lo que hace que la inversión de horas no corresponda con el beneficio.
Ante fechas de entrega que se acumulan, yo he llegado a darme cuenta de que pagaría la cantidad que voy a cobrar por el trabajo para no tener que hacerlo. Pero se mezclan otros factores como la confianza, el compromiso personal, la implicación en proyectos que te han aportado esa motivación extra que no te daba tu trabajo alimenticio.
Nos movemos entre la pervivencia de la vocación y la dificultad para llevar adelante una "vida sostenible".
Para mí lo más agotador de estas situaciones (el pluriempleo o la multitarea) es el desgaste que conlleva la necesidad de "complacer" y dar la talla en diversos escenarios. Tener mucho volumen de trabajo para un único interlocutor te agota en las horas que le dedicas a la tarea, pero el desgaste emocional es menor. Mientras que cuando tienes que rendir ante diversas personas, el esfuerzo complementario que rodea a la tarea (la relación personal, la comunicación comercial, la defensa de tu trabajo, el ajuste de plazos, recibir instrucciones, interpretarlas, explicar condicionantes, advertir de algún imprevisto...) se multiplica por cada una de estas empresas a las que rendir cuentas.
¡Y no hablemos de esos momentos en los que surge algún inconveniente!: una gripe, un problema familiar, un par de días "fuera de juego"... A la oficina llamas y lo explicas. Si es un problema médico llevas tu justificante y sigues las pautas de reposo que te recetan. Pero... ¿qué haces con los "otros" trabajos? Si también desarrollas labores de formación, tendrás que encontrar remedio para no dejar la clase colgada. Si tenías algo que entregar, no puedes enviar mails a todos los contactos advirtiendo que estas mala. Dar tantas explicaciones a veces es más agotador que sentarte en la cama con el portátil y tratar de adelantar algo, entre estornudo y estornudo o en las bajadas de la fiebre (no es exageración, se hace).
Además esta incapacidad para alejarnos de los pequeños compromisos complementarios nos suele llevar a no saber coger vacaciones. Un freelance completo en ocasiones suele tener mejor organizada su agenda y su ritmo de trabajo. Hay profesionales a los que admiro y de los que me gustaría aprender, cuando me exponen sus condiciones de trabajo y observo que han generado un sistema estable, llevadero y compatible con la vida. Supongo que esta es la única vía para poder llevar adelante una labor de este tipo. Pero también imagino que lleva tiempo "fabricarse" un método propio. Tal vez, como en casi todo, ser consciente de ello sea ya el primer paso.
Por mi parte estoy avanzando a ver si consigo desarrollar este sistema personal de gestión de mis tareas. Para empezar, me va a tocar ser más selectiva y el curso 2009-2010 tendré que escoger qué labores quiero seguir haciendo y cuáles no son compatibles con mis necesidades. Me va a resultar muy difícil pensar en ello y un paso previo, innovador, es que voy a tomarme reamente dos meses de vacaciones de mis "pluriempleos" para despejar la mente, sentir verdaderamente que estoy descansando y saborear lo que es tener... ¡¡un solo trabajo!!
Así que julio y agosto se vislumbran en el horizonte como un oasis. Antes tendré que lograr llegar hasta allí, y el camino parece venir en cuesta. Habrá que respirar profundo y caminar. Un poquito más. Ya queda menos.

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