Ladrillos
Hay grandes extensiones de terreno en los paisajes españoles arruinadas por el ladrillo. Espacios enormes repletos de edificaciones a medio terminar y que posiblemente nunca llegarán a albergar a nadie. Promociones urbanísticas gigantescas de casas vacías, varadas como cáscaras de nuez en medio de páramos inhóspitos. Adosados levantados en los tiempos del frenesí urbanístico, edificados a un ritmo muy superior al de la demanda real. Eran los tiempos de la burbuja que comenzó a crecer aproximadamente en 1996, cuando los precios empezaron a ponerse por las nubes y aquí se seguía vendiendo todo a precios desorbitados, con la premisa de que “la vivienda nunca va a bajar de precio” y el sustrato sociológico del culto al ladrillo tan extendido en la piel de toro. Las familias se endeudaron hasta límites intolerables para pagar casas cuyo precio no era real, y los bancos se endeudaron para prestar dinero a todo tren y la burbuja se siguió inflando hasta que reventó y nos devolvió a la más cruda de las realidades. Me vienen a la cabeza imágenes de la costa sur de Lanzarote, en la que hay muchas promociones urbanísticas abandonadas, y de caminar a través de ellas atravesando poblados espectrales, sintiendo mucho frío a pesar de que fuera julio cuando anduve allí.