Paseo de Mexico (Parque del buen retiro) Madrid
Cae la noche
sobre Madrid. Las ardillas del retiro bajan de sus árboles a rebuscar comida
entre la basura que dejan los visitantes del parque tirada en el césped. Ya es
tarde y me encuentro cansado. Ha sido un día largo y extraño, estoy de mal
humor y no tengo con quien pagarlo.
Un tipo se
me acerca y me pide un cigarro, para agradecérmelo se ofrece a venderme
marihuana Jamaicana. – ¿Me ves con cara
de fumar “María”?-, le digo con gesto serio, aunque sé que mis pintas pueden
hacer pensar cualquier cosa. Espero que diga alguna frase inoportuna y descargar toda mi ira contra él, pero en
lugar de eso se da media vuelta y se va.
Continúo mi
camino aún más cabreado con el mundo. Otro hombre se me acerca < otro
“Camello”> pienso. Es un tío feo y desgarbado, sus ropas están sucias, y por
como huele lleva varias semanas sin ducharse.
– Y tú, ¿Qué
quieres?- , le pregunto secamente.
Me sonríe
dejando ver unos dientes que contrastan con su aspecto; son de un blanco que
relucen con la poca luz que desprende la luna. Intenta poner una mano sobre mi
hombro, pero me aparto con un movimiento brusco. Su sonrisa se vuelve más
amplia, incluso hace que me calme un poco.
– ¿Un mal
día, verdad?
–Un mal mes-
contesto.
Una sonora
carcajada, que hace que se me erizara todo el cabello del cuerpo, sale de su
garganta.
– ¿Estás
cansado de tu vida? ¿No tienes tiempo
para ti ni para los tuyos? Te gustaría dedicarte a escribir que es lo que de
verdad te apasiona, aunque sabes que no eres muy bueno.
No sé quién
es este tío ni de dónde ha salido, pero ha
dado en el clavo.
–Yo puedo
hacer que consigas tus sueños, y solo por una módico precio.
La idea me parece
interesante, aunque no entiendo como lo puede conseguir
– ¿Y cuánto
me costaría?- pregunto con tono medio irónico, medio interesado.
–Solamente
tu alma, es barato, en estos tiempos que corremos están devaluadas.
Esta vez el
que suelta la carcajada soy yo; le miro de abajo arriba clavando mis ojos en
sus ojos color de fuego, espero unos segundos antes de contestar mientras él
sonríe y se frota las manos. –Mira, me parece un precio justo, pero… mi alma ya
tiene dueña- le doy una palmada en la espalda y continuo andando.
Antes de
cruzar la puerta del parque me giro, y veo como otro hombre se acerca con una
navaja en su mano para robar la cartera a ese pobre diablo.