Pobre país, de tragedia en tragedia

Publicado el 24 agosto 2013 por Perropuka

Foto: Los Tiempos

Soy un convencido de que el verdadero progreso de un país –aunque parezca simple o insuficiente-se mide por el estado de sus escuelas y hospitales públicos…y también por su cara oscura, la de sus cárceles. 
El otro día le oí decir al pluriacadémico vicepresidente (que un día nos habla de teoremas matemáticos y al otro de esoterismo andino), galante cultor de trajes italianos que jamás en su vida se ha arremangado la camisa para plantar un árbol, que la Bolivia de hoy es la mejor que hemos tenido en cien años. Y para convencernos del todo nos bombardean sistemáticamente con propaganda de que la macroeconomía va viento en popa. Que si Bolivia tiene más reservas internacionales que nunca. Que hemos dejado de mendigar y que ahora formamos parte un país digno y soberano. Que ahora somos el espejo en el que otras naciones se miran por nuestros profundos cambios sociales. Que se ha instalado una planta transformadora de hidrocarburos aunque el GLP haya desaparecido de las calles. Que tenemos las mejores carreteras que hemos podido desear. Podría seguir, hasta el aburrimiento, anonadado de que estén industrializando el país a ritmo de videoclips. 
Lo que es totalmente cierto es que el régimen tiene la gran fortuna de recibir ingresos cinco veces mayor que los gobiernos anteriores. El Estado obtiene ingentes cantidades de divisas por la venta de gas y minerales. Sin embargo, seguimos inmersos en una triste y eterna economía extractivista. Nuestra bonanza es solo coyuntural. Aún así, según la lógica oficial, todo es mérito de la administración de Morales, hasta sugerir que las altas cotizaciones de las materias primas no se deben a la demanda ininterrumpida de potencias industriales emergentes.
Así pues, para Evo Morales, el desarrollo pasa por distribuir bonos, construir canchas y coliseos y comprar aviones ejecutivos. “Antes teníamos que viajar en aviones de presidentes amigos y prestarnos helicópteros”, recuerdo haberle escuchado decir a Su Excelencia, como justificación para sus infinitas ganas de volar. Progreso es comprarse un millonario satélite con la excusa de librarnos de la dependencia tecnológica. Ustedes saben, ahora somos un país que pretende alimentarse de dignidad antes que erradicar la miseria y desnutrición que tanto azotan las áreas rurales.
Ahora, tal parece que hasta la sucia realidad se ha dado a la tarea de complotar contra el generoso e inmaculado régimen. Un día atrás, aún no se podía controlar el gigantesco incendio forestal que arrasó más de veinte mil hectáreas de bosque de matorral que, según especialistas, tardará unos cuarenta años en recuperarse, con esfuerzos denodados de voluntarios que armados de palas y rastrillos, combatían mejor el fuego que un insignificante y solitario helicóptero con bolsa de agua que, para mayor desazón, tuvo que parar rápidamente por falta de combustible. Ah, y todavía tenemos la bellaquería de anunciar la compra de misiles rusos (90.000 dólares por unidad) para salvaguardar la patria de enemigos invisibles. En los cuarteles empiezan a relamerse como niños con juguete nuevo. La dignificación ha llegado también a las FF.AA., empezando por declararse socialistas, en franca contradicción de su doctrina que les prohíbe la deliberación.
La tragedia de las cárceles

"Ratoneras" en la cárcel San Sebastián de Cochabamba

Paradójico resulta que en estos tiempos de esplendor económico, los hospitales colapsen todo el tiempo por falta de instalaciones adecuadas, personal médico, ambulancias, combustible, medicamentos, y otros equipamientos necesarios. El drama se extiende a las escuelas con sus carencias específicas. Pero lo que sucede con las cárceles ya sobrepasa lo inhumano. Que se llamen centros de rehabilitación es un insulto al sentido común. El abandono en que se halla todo el sistema penitenciario, tarde o temprano iba a acarrear funestas consecuencias. La tragedia se cocinaba a fuego lento en medio de la desidia e indiferencia de las autoridades responsables. Extraño que no se haya producido antes como en otros países.
Hoy, viernes 23 de agosto de 2013, se produjo el peor desastre carcelario en lo que concierne a Bolivia: 30 muertos (entre ellos un niño menor de dos años) y casi un centenar de heridos, según cifras oficiales hasta el momento.  En medio de la confusión, se habla de más víctimas y algunos desaparecidos. 
Todo comenzó desde aproximadamente las seis de la mañana en el penal de Palmasola (Santa Cruz), el más grande del país, construido para mil quinientos internos que, según estimaciones de la prensa, albergaba a más de cinco mil, produciéndose un enfrentamiento entre dos bandas rivales. Primera aberración, el hacinamiento infrahumano es típico de todo el sistema (En algunas cárceles, hay gente que duerme en cualquier recoveco, mientras pocos privilegiados llegan a construirse hasta minidepartamentos con servicio de televisión por cable). 
Reclusos de un pabellón invadieron a otro por pugnas de poder, a punta de pistola, machetes rudimentarios, cuchillos y palos. Usaron incluso garrafas de gas a modo de lanzallamas, lo que desencadenó el incendio en varias celdas donde muchos todavía dormían en colchones de paja, siendo perfecto combustible para las llamas. El humo intenso podía divisarse desde lejos, las primeras cámaras llegadas al lugar registraron escenas dramáticas como la de un hombre subido al techo junto a su joven hijo aterrorizado. Abajo se intuía que el infierno estaba desatado.
En medio de la tragedia empezó a llover lo que dificultó seriamente la llegada de las brigadas de rescate. Mientras tanto, la policía concentraba sus esfuerzos en tomar control del penal y someter a los presos rebelados. Por surrealista que parezca, los que verdaderamente gobiernan una cárcel son los propios presos. Las fuerzas de seguridad solo se limitan a vigilar el perímetro. Adentro impera la ley del más fuerte. Las mafias siguen dirigiendo sus negocios como si nada, desde el encierro. No hay una separación de celdas por sectores como vemos en cualquier película. En medio del desorden conviven reos de alta peligrosidad y detenidos preventivos por cualquier bagatela, y entre estos, muchos niños que viven junto  a sus padres. La niñez encarcelada es otra característica dolorosa de nuestra sociedad empobrecida. El gobierno tiene tantos recursos frescos que no es capaz de construir centros de acogida, prefiere soslayar la mirada con la excusa de que es una estructura heredada de gobiernos anteriores. Aquellos por lo menos podían aducir motivos de falta de presupuesto. Evo Morales lleva ya casi ocho años en el poder y la problemática se ha agravado, más aún considerando que su régimen ha empezado a encarcelar opositores con cualquier acusación.
Las imágenes que transmitía la televisión parecían las estampas de un estado de guerra: decenas de heridos tirados, muchos con la piel hecha jirones por las quemaduras, en medio del patio, sin ninguna asistencia médica y entre expresiones dantescas de dolor. Corrían las horas y las ambulancias llegaban como cuentagotas. Afuera en la puerta principal los familiares se agolpaban entre muestras de impotencia y rabia por la falta de atención a sus necesidades de información. Nadie quería dar la cara. Nadie que proporcione algún dato sobre la suerte de los internos. Así, la mayoría tuvo que corretear entre clínicas, hospitales y la morgue en medio del caos y del aguacero. La red pública de hospitales fue desbordada por la llegada de los heridos. Es inverosímil que una ciudad de un millón y medio de habitantes –y la más próspera de la nación-no tenga capacidad para atender a un centenar de pacientes a causa de una emergencia. No quiero imaginar lo que ocurriría en caso de un terremoto o algo parecido.
Al caer la noche, las autoridades por fin aparecieron en escena, con el ministro de Gobierno y el comandante general de la policía ofreciendo una conferencia de prensa. Por un momento creí que habían dado otro gran golpe a la delincuencia organizada al mostrar un montón de armas blancas (algunas del tamaño de espadas), casquetes de balas y hasta algunos cilindros de gas como pruebas de los delitos. Como corolario presentaron a cinco supuestos cabecillas del motín. Daba la impresión de que los burócratas esperaban el aplauso unánime. Como si no estuviéramos hablando de arsenal hallado en una prisión y de presos apresados, valga la contradicción. Orgullo de mostrar las pruebas de la ineptitud y corrupción policial, qué cosa más revolucionaria.
¿Y el caudillo?, como siempre, dijo “sentirse muy consternado” por la tragedia, tanto que no se dio tiempo para llegar al sitio aprovechando que tiene su avión para viajar en cualquier momento cuando alguno de sus colegas bolivarianos sufre una jaqueca. Tan “consternado” estaba que la televisión estatal transmitía en vivo por la tarde, participando de un desfile por el aniversario de una institución militar en Cochabamba, que igual es importante celebrar una fecha que se recuerda cada año. En fin, que es cuestión de prioridades.