Es tópica, y casi fútil, cualquier advertencia sobre el dramático peso de los media en la creación de opinión entre el público. Para comprender su alcance y capacidad de esculpir en nuestras cabezas lo que les venga en gana hice esta pasada semana un experimento casero en el que no invertí mucho tiempo ni mucho esfuerzo pues sus condiciones me vinieron dadas (como a cualquier otro ciudadano expuesto a "la actualidad"). Consistió la cosa en prestar oídos a los medios de comunicación más habituales, de mayor repercusión, y ver si ese sumergirme en su runrún moldeaba alguna nueva impresión en mí o modificaba alguna previa.
Por supuesto, estaba convencido de que mi sentido crítico y el hecho de que estuviese avisado del asunto me permitirían salir indemne.
No me fue difícil la inmersión como decía toda vez que el dial casi no ofrecía otras cosa (además de cadenas de música desechable) y la prensa que frecuenté fue solo aquella que anda por ahí, en nuestro entorno (en ese quiosco, sobre aquella mesa, en la barra de cualquier bar...).
La idea (opinión) que decidí poner en jaque (aunque es difícil deslindar un contenido de la conciencia de otros) fue mi simpatía por la novedad en el panorama político español, Podemos.
Esa positiva consideración (intuyo) asienta en algunos simples argumentos para mí suficientes:
1. Evidentemente, en su carácter de novedad frente a la cansada presencia de lo viejo en la vida pública (asunto siempre funesto incluso aunque esos "viejos" hubiesen tenido un comportamiento intachable y eficiente).
2. En la vertiente intelectual de la propuesta (la actualización de la teoría política de izquierda).
3. En la constatación de que vienen de un ámbito ideológico activo, militante, en que han estado muchos años y en el que se han esforzado generosamente por mejorar las cosas, sin esperar poder jamás estar donde están, lo que le ha venido en cierto modo sobrevenido (aunque también se deba en parte a su habilidad para aprovechar circunstancias que otros han tenido y han dejado pasar, lo que habla bien de su resolución y confianza en sí mismos), y, por lo tanto, su esfuerzo inicial lo era sin sospechar esta recompensa (ni tampoco la altura moral que ahora se les exige, claro).
4. En que creo que son pragmáticos, que su propuesta es socialdemócrata, que no se puede ir más allá en el marco en el que estamos y que si tienen al fin responsabilidades de gobierno sustentarán y fomentarán el estado del bienestar, único modo de asegurar cierta igualdad y dignidad para los miembros de las comunidades democráticas del universo liberal (y también la paz social, dicho sea de paso)... Y por último,
5. En que "los de siempre" necesitan una lección democrática o de lo contrario sacarán de nuevo la conclusión, como ya otras veces, de que todo vale (parafraseando con trampa a Dostoievski "si el cambio no existe, todo está permitido").
Pero todo esto no hace al caso, el caso es el experimento: lo cierto es que, después de la atención constante a tales medios de comunicación (de muy variado pelaje, aparentemente), en los que no oí ni leí prácticamente nada bueno de estos "recién llagados", hacia el final de semana comencé a tener alguna sospecha respecto a su intención y oportunidad, digamos que se ensombreció un tanto mi simpatía, lo que solucioné rápidamente viendo en youtube algunos programas de La Tuerka.
Un tipo que conocí decía: "dame un buen peluquero y un par de periódicos y haré alcalde a un chimpancé", creí que exageraba.