Ese fuego que me entibia y quiere convencer que salga y me muestre, que brote y rompa el capullo de mi encierro, que he dejado, permitido, me contenga, cubra de lo abyecto de los hombres que pululan queriendo entrar y salir de mi casa de algodón. Luego quieren transformarla en un cedro o un radal ¡pero no más en casa de algodón!