Quiero que me desmadejes
tirando del cabo, me lo muestras,
lo alargas con tu mano hacia mí
pues sale de mi y a mí vuelve,
hacia él va mi mano, lo sobrepasa,
no lo atrapa, se desvanece,
aparece y desaparece ante mi vista,
sigo enredada, presa, con prisa
mi corazón late, aferrada
a la idea de que soy rea,
presa ya en una vieja madeja.
Veo el cabo suelto, tirar de él,
lo apreso, imposible,
se me escurre entre mis dedos
como el agua del arroyo
y me apeno, me asfixia la madeja
doy una bocanada de aire y mis pulmones
son libres, pletóricos como velas
izadas, que en un segundo se marchita
su contenido, y toda la valentía insuflada
en mi pecho y en mis brazos no ha producido
ni el menor quebranto en la madeja
y giro, giro, como en una devanadera,
giro y giro, día a día, aovillada,
no hay forma de romper, no hay forma
de tejer, no hay más que un cabo suelto,
yo, que ni aguanto el teñido, ni el cardado
ni me quiebran, ni me tejen,
ni me quieren, ni me espanto,
soy madeja de un solo cabo, suelto,
cada vez más ajado por el intento
de librarme, de postrarme
de aferrarme, de soltarme…
Seguiré con el intento.
P.D.: "Que se pare el mundo... ¿Pero para qué?"
MariCari, la Jardinera fiel.
{¡B U E N A_____S U E R T E!}
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