POESíA DE IRASEMA CRUZ (CUBA)

Publicado el 13 mayo 2010 por Raulheraud
En Artemisa - Cuba con Irasema Cruz y el poeta ecuatoriano Christian Avecillas luego de una lectura poètica
Poeta y actriz cubana, de verso fustigador, es a mi entender de las principales voces que han aparecido ultimamente en latinoamerica. Tuve el placer de haber compartido lecturas y conversaciones durante la Fil en La Habana, y en el Festival de poesía en la isla. Dueña de una personalidad caribeña, Irasema además de escribir excelente poesía posee el don de hacer más felices los corazones.
VIII Homilía
Nunca he sabido para qué sirve la escritura y soy un inocente que dormita en los vitrales. No me importan las canciones ni los muertos que flotan en mi pecera.
Compro el periódico, almuerzo en una esquina, chiflo... Me masturbo con la misma soga del demente.
A mi madre no le gusta el silencio de la palabra, prefiere el gélido sonido del ángel que levita.
No sé escribir, mi alma no sabe otra cosa que estar viva y le es suficiente. A los juglares se les quema el contrato de la buenaventura y en los desiertos se juzgan niños infestados, prostitutas que se lanzan a desnudar mundos, drogadictos que cantan la homilía del hambre; se alquilan Mercedes último modelo, noches y puñaladas que ponen fin a la Historia.
Veo debajo del cabello a una mujer y debajo de la mujer una rosa y debajo de la rosa a un insecto que no vuelve a la ciudad ni siente las setenta y cuatro rimas que salvan del abismo a una ciega. Veo la camisa del soldado y no descubro el mensaje que dejó la nave de Odiseo.
El precipicio está a setenta y tres lunas. No sé escribir y soy un inocente como mi madre, que ha muerto a la espera de setenta y dos billetes de lotería en una cárcel donde Flora tiene grandes pies y un tacón jorobado.


XXXVI MUJER màs turbada

Me acostumbro a la misma mujer que invariablementemasturba al soldado de guardia en un peldaño de laescalera.Con el semen del infeliz hace temblar las vigas. Alos gritos del diletante la pordiosera revuelve los peces en elrectàngulo y se marcha con algo de pena en la cintura.La maldita circunstancia del agua por todas partes ladetiene. Frente a sus ojos las calles han variado su destino.Nunca estuvo màs lejos la hormiga que ayer. La sorprendiòdesnuda el mismo rostro y tuvo ganas de gritarle sin saberque los pedazos de su boca los habìa vendido por treinta disparos.La eterna miseria que es el acto de recordar estrangula suinstinto constantemente. El soldado de guardia se repone yla abofetea. La hembra se lava los pezonesmientras escucha el discurso del presidente. Aùn sinrecluirla bajo el hedor del puerto, el soldado se detiene acontemplar el movimiento de los peces.




XLI MONEDAS DE CHOCOLATE

Hoy morirá Dios; me alegro de ir a su entierro. Estoy parada en el umbral, me bostezo una lágrima, mis rodillas se doblan en las monedas de chocolate que atesoro secretamente debajo de la almohada de mi niñez y nada ha cambiado en la apariencia de los otros,-los fantasmas pasivos que inundan mis recuerdos-. Dios está muy alto en los años. Veinte y cinco rubias lo peinan y lo duermen pocas horas antes de que el miedo lo venza. Él no entiende de nosotros, deforma la carne que vistió. Las rubias no hablan, inventaron un idioma sólo para ellas, para el momento de las náuseas. Las historias de amor no cuentan las verdades, siguen el orden cronológico de los hechos.
Ayer lo vi dormido, aparentaba una convicción inexistente en su diálogo con la inmortalidad. Las páginas en negro testimonian su aflicción, su convocatoria a huir. Una vez le sugerí que el sonido no es una congestión de las diatribas, por algunas horas estuvo callado, fértil, lejos del cementerio. Yo soy una de sus rubias, la que se pinta de rojo y le escribe poemas de amor. El animal es siempre monte...no tardó en salir a las calles y maldecirme; la ciudad no supo el motivo de aquella reacción. Quedé en vigilia veinte y cuatro largas semanas de silencio, al cabo de ellas destinó el castigo, me sorprendí en el umbral sin recuerdos, sin mi cabeza, con el trozo de algo semejante a una sábana cubriendo mis hombros, por si alguien me reconoce que no huya despavorido; la razón es otra, -cómo una mujer sin rostro va a entender- el mundo.
Mi cabeza la guardaron en su tumba. Las historias son tan libres como el chocolate en las monedas. Dios tuvo días en que amarró mis cabellos al pináculo de su mente. Por qué veinte y cinco rubias, y yo, la menos virgen de palabras, fui la elegida. Chorrean mis venas debajo de la sábana. El trashumante no comprende. Quizás todo exista con mucha lentitud y el ordenador esté diseñado para otro tiempo. Dios no quiso verme cuando me trajeron de vuelta; el resto de las rubias lo asediaban. Busqué el sitio donde mi cabeza quedó al acecho, por instinto de alguna memoria ella se delataría; algo se pudrió en mi cerebro, acaso la certeza de morir es lo único válido. Las historias de amor ya no me importan ni esta lágrima ausente de sentidos. Dios, levantó la sábana, lúdico, incoherente como todos ante la consecuencia de parecer cursi. Se rió olvidado de mañana, de que mañana estuvimos uno frente al otro deslizando las bocas por el hueco más inverosímil. No importa reconocerme, que su índice marque el sitio donde mi cabeza dormita sin recuerdos.
Antes yo era veinte y cinco grados menos fértil. Las historias de amor vuelan de noche, la noche es un punto particular en la memoria, efímero en su apariencia. Marcho, mis uñas adquieren un extraño color, es una señal, un sonido sólo perceptible a la fragilidad de los metales. Camino, él observa desde el otro lado, idéntico a las monedas de chocolate. Me llama, continúo sin prestarle atención. Las historias no son iguales a los principios; se aleja, quisiera insistir. -No me importa, arrojo la sábana en el umbral, la gota sigue allí, seca, ausente de preguntas, mirándolo fijamente, sin respuestas.
Irasema Cruz Bolaños
(La Habana, 1971) Poeta y actriz. Perteneciente al grupo de creación literaria Ala décima. Posee varios premios nacionales y provinciales. Ha sido incluida en diversas antologìas sobre poesìa cubana.