¡Pónganse gafas!

Publicado el 17 enero 2013 por Encantada

Para mí, descubrir el Feminismo como forma de mirar el mundo supuso una auténtica revolución en mi vida. Una vez que me puse las gafas violeta, ante mis ojos aparecieron numerosos aspectos de la realidad en los que nunca antes había reparado. Ya nada fue igual y, desde entonces, me cuesta comprender la perspectiva de aquellos que todavía no miran a través de sus cristales.
El grupo que más me saca de quicio es el de los progres-de-vuelta-de-todo que consideran que el Feminismo ya no es necesario porque la igualdad es una realidad "suficientemente extendida". Aquellos que creen que, si nombras la diferencia, la creas y, por lo tanto, es mejor ignorarla. 
Hace poco, mi novia y yo tuvimos una conversación con unos amigos en la que salió el tema de los strip-tease en las despedidas de solteros/as. Se planteó la cuestión de si era lo mismo que una mujer se desnudara o que lo hiciera un hombre, y a mí se me ocurrió soltar algo así como que no podía ser lo mismo porque ocupamos lugares diferentes en la estructura de la sociedad. ¡En qué momento! Todo el mundo se me echó encima como si fuera yo la inventora del patriarcado o, en su defecto, una defensora acérrima del mismo.
La verdad es que, en situaciones como esa, nunca sé cómo actuar. Parece que todo lo que huele a Feminismo debe ser combatido, y a mí se me quitan las ganas de discutir. Entiendo que, si me callo, las ideas que me sublevan permanecerán y se seguirán extendiendo; pero, a la vez, siento que entrar en debate es una pérdida de energía sin sentido.
La única conclusión que saco de este tipo de reacciones es que el Feminismo, desgraciadamente, sigue siendo muy necesario. Que la lucha por desmontar las mentiras del patriarcado (y, sobre todo, las del neopatriarcado-aquí-paz-y-después-gloria) continúa siendo difícil, pero ineludible. Y que las gafas violeta deberían ser un complemento obligatorio que estuviera permanentemente de moda.
A veces, lo único que quisiera añadir en determinadas conversaciones es: "Por favor, ¡póngase gafas y después hablamos!", porque siento que el lenguaje de quien ve y el de quien todavía permanece ciego son incompatibles.