Se me ha escapado la musa por un sendero del cielo,
por el mismo donde el cura dice que dios bajó a
vernos el día en que tuvo tiempo. Me duelen todos
los huesos y las venas bullendo me las siento, como
si el verdugo del reino me hubiera vertido entero en
un balde de agua hirviendo; y voy y vengo y regreso.
Me harto, me aflijo y me quemo; y aquejo muriendo
en el triste invierno, arrugando en un tintero seco.
¡Y voy y vengo, sin más rumbos; ni trayectos…!
Al partir me llega un verso y regresando lo pierdo,
vuelvo al recuerdo y lo apreso, pero él se escapa de
nuevo hacia el infinito enésimo. Pierdo la voz y me
adentro en el silencio de un sueño, veo que el tiempo
pasó entero y que ni en el recuerdo quedo. Abro los
ojos, me despierto; y traigo el verso entre mis dedos.
Pues soy poeta de cuentos; y por mi limbo hay
senderos siempre abiertos, a los recuerdos que tengo.
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