Porque te soñé con ganas, con el arrebato de lo que se sabe perdido.
Porque te supe magia, y caramelo.
Porque te di la vida entera, como en un bolero.
Porque imaginarte era pelear con las luciérnagas e inventarse mundos donde cabía la indómita suerte de lo inalcanzable. Porque nos indignamos juntos, y anduvimos descalzos bajo la nieve.
Porque nunca dejamos de creer en nosotros mismos pese al absurdo paisaje de desolación que nos habita.
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