¿Por qué decidí autopublicar? | David Orell

Publicado el 26 julio 2017 por Kassius9

Ahora que El admirador de Kerouac lleva un tiempo en circulación, me gustaría contaros algunos detalles sobre él, sobre el libro, quiero decir.

El admirador de Kerouac no iba a llamarse así, de hecho, el título no tiene naaaaaaaaada que ver con lo que era al principio. Pensé en unos cuantos, casi tantos que apenas los recuerdo. Lo que sí recuerdo es que le di muchas vueltas y llegué a marear a alguien con mis dudas y preguntas. Fue difícil, extremadamente difícil dar con él idóneo. Digo difícil porque no tenía ni idea y quería que el título fuera potente, llamativo y, sobre todo, preciso.

Dos años atrás, gracias a que un amigo me envió un enlace a través de Facebook, me enteré de que acababan de anunciar un concurso de relatos a nivel interno y que tardarían unos días en hacerlo oficial, al público. Fue un soplo, y gracias a eso pude ganar algo de tiempo. Esa misma tarde pensé en una historia que ocupaba dos hojas en Word. Luego empezó a crecer, hasta que me di cuenta de que con 17 páginas escritas no podía participar a menos que sacara la guillotina y mutilase esa historia, porque el concurso pedía 5 páginas a doble espacio. Así que, tras mucho esfuerzo, el relato se redujo a En ausencia de Verónica.

El año pasado se me ocurrió que podría darle otra vuelta a ese relato y publicarlo por un euro en Amazon. Mi pequeño libro de relatos Ya lo dijo Thomas llevaba dos años en marcha y desde entonces no había vuelto a publicar nada, de modo que sentía la necesidad de publicar algo nuevo.

Sin embargo, cuando retomé En ausencia de Verónica, ese relato me pareció que se había convertido en algo infumable. Normal, estaba mutilado, le faltaban muchas cosas, muchos detalles, y los personajes eran simples trozos de carne que hablaban como marionetas. Un asco, la verdad sea dicha. Además, el relato era deficiente y los personajes iban dando tumbos. No había por donde cogerlos. El tiempo te da otra perspectiva y empecé a ver esa maraña como una bola de pelo que recorre el suelo cual estepicursor por la carretera.

Y sucedió lo que tenía que suceder: sentí ganas de trabajar ese relato y sacar provecho de él.

Con El admirador de Kerouac no buscaba una historia compleja, sino una historia que fuera tan decente como la que más y no una novela autopublicada con mal aspecto.

Una de las ventajas que tiene escribir una novela, presentarla a tus Beta o cruel revisor para que le de el visto bueno, es que cuando te rechazan el trabajo por los motivos que sean, terminas examinándote a ti mismo como si te untaras el dedo con lubricante para una revisión de próstata. Es incómodo, pero te previenes de enfermedades incurables como el ego extremo, por poner un ejemplo.

Bien, decía antes que me pasé una temporada sin publicar nada —y menos mal— pues durante esos meses aprendí a poner las comas y los signos de puntuación —o casi todo lo que hay que saber—, también aprendí a encontrar mi estilo o mi propia voz, a quitarme el corsé y escribir desde las entrañas, pues antes lo hacía como quien escribe unas instrucciones de una crema depilatoria.

¿Tiempo perdido? Ahora sé que no lo ha sido. Es irónico que yo fuera de esos que decían que hay que publicar para aprender. ¡Qué equivocado estaba! Si alguno me hizo caso entonces sabrá que puede mandarme un correo para reclamar los daños ocasionados por tal afirmación. Sin embargo, y en mi defensa, debo decir que no obligo a nadie a seguirme a pies juntillas. Ya sabes, lo de si cien personas se tiran por el precipicio, no significa que debas hacerlo.

¿Por dónde iba?

¡Ah, sí! Después de leer En ausencia de Verónica, me di cuenta que necesitaba una buena puesta a punto. De modo que me puse a ello. Repito, no fue fácil. Al principio pensé que reescribir ese relato sería como coser y cantar, pero nada de eso. Me costó enfocar, encontrar ese inicio brutal y bestial que te arrastra a las siguientes líneas, y así hasta el final. No obstante, eso fue sencillo comparado con lo de trazar el perfil psicológico a cada uno de los personajes. En este aspecto fundamental era preciso ser coherente. Y es que ya me lo decía Cepeda: Si hace esto, debe decirlo así, o o asá, y no asín o asón.
¡Fue una tortura!
Puede que ahora os echéis unas carcajadas a mi costa. ¡Bien, disfrutadlo, porque yo también me estoy riendo! Es bueno hacerlo. Los que hayáis pasado por esto lo entenderéis, los que no…. ¡preparaos! No es oro todo lo que reluce.

Uno de los personajes —Germán no era Germán al principio—, era un tipo al que te daban ganas de achuchar comparado con las memeces que Sebas decía por querer quedar bien ante el lector. Luego estaba Verónica que era una bala perdida, te daban ganas de ahorcarla con el cable del aspirador. Los personajes no daban ni una. Y la culpa era del director —¡ejm! Yo— por no meterme en su piel y conocerlos mejor. Mimetizarme con ellos era un proceso necesario para crear unos personajes creíbles y que, a su vez, fuera coherente con la historia.

¿Por qué cuento esto? Yo venía de escribir relatos breves, de pocas líneas o de tres páginas como mucho. En esos relatos no me detenía a describir a nadie ni a nada. Solo contaba cosas y trataba de llegar a lo más profundo del lector con muy pocas palabras. Esa era mi premisa, pero si quería demostrar que había crecido como escritor, debía demostrarlo con palabras, no con un libro más en el escaparate. De ahí lo de perfilar bien a los personajes.

El trabajo de crear una historia potente se me presentaba como una montaña demasiado alta para mí, un escritor sin apenas preparación ni entrenamiento. ¡Es la verdad! Hace unos años yo me creía capaz de escribir novelas buenísimas contando tan solo con lo que yo creía entender como talento. Y eso no es así. He comprendido que si no trabajas y te esfuerzas a diario para escribir bien, solo tendrás textos mediocres. Pero con esto no pretendo darme aires de grandeza. No, desde luego que no. Quiero mantener los pies en la tierra y recordar cada día que debo continuar trabajando sin rendirme. Simplemente eso.

Con El admirador de Kerouac no buscaba una historia compleja, sino una historia que fuera tan decente como la que más y no una novela autopublicada con mal aspecto.

Al cabo de varias revisiones, reescrituras, párrafos borrados y nuevos enfoques, la novela comenzaba a parecerse más a esa idea que tenía en la mente. Sin embargo, 500.000 repasos después, sentí esa brisa en la cara que me decía que ya había conseguido lo que quería. Vamos, como un parto complicado, y eso que no sé lo que es parir un niño.

El admirador de Kerouac no tenía ese título, como dije antes, se llamó de todo: desde La guarra de Verónica hasta el capullo de Sebas, en serio. No lo tenía claro, hasta que llegó esa voz que me dijo que era la más acertada. Otra voces y yo la discutimos largo y tendido hasta acabar en disturbios con contenedores ardiendo en la calle.

Primer manuscrito

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Luego el miedo se presentó como el último monstruo al que hay que derrotar antes de finalizar la partida. Llegaron nuevas preguntas, nuevas dudas, hasta que acabé con una bonita migraña. Finalmente decidí que El admirador de Kerouac (ahora sí, con este título) debía salir a la luz y que formaría parte de mi experiencia como escritor. Seguramente, la próxima será mejor, ya lo digo ahora para que conste en acta.

Una vez que tenía el manuscrito ante mí, decidí enviarlo a varias editoriales y esperé tres meses. 3 meses que anoté en el calendario preguntándome cada día si recibiría un mail que me alegrara el día. El tiempo pasó sin tener ninguna respuesta. Sin embargo, la respuesta ya circulaba en mi cabeza desde que empecé a reescribir dicho relato. La auto publicación tenía ese sabor a miel en los labios y quería, al menos, una buena cucharada.

Me tiré de cabeza, porque a veces soy así de (pon aquí el adjetivo que más te guste) y, sin saber cómo maquetar ni nada, averigüé las bondades de KDP. Al principio parece bastante confuso y puedes llegar a cesar en tu intento, pero una vez que le pillas el truco y, sobre todo, ves que tu libro va cobrando forma en el vista previa, quieres seguir hasta desear de forma enfermiza, tener ya ese libro en tus manos para poder hundir las narices entre las páginas. Y no, no dispones de una versión barata para echarle un vistazo, no hace falta. KDP se ha esforzado mucho en crear esa aplicación.

Que una editorial apueste por ti es un sueño muy bonito, es precioso. Todos lo deseamos, aunque celebro y me alegra ver que tengo amigos que lo han logrado. Pero yo ya no quería depender de la respuesta de una editorial habiendo tantas «facilidades» como las que existen hoy en día. Quería sacar ese libro a la luz y consideré que la vía de la autopublicación era mi mejor aliada. Y así lo es y me encanta. Ya lo dijo Thomas siempre será mi primer libro, pero también será el aperitivo que ofrecí para todos aquellos que me seguían a través del blog. El admirador de Kerouac (el odio dormido) es un proyecto más ambicioso, un trabajo que me ha traído tantos dolores de cabeza como satisfacciones tengo ahora.

Un libro autopublicado no tiene por qué ser malo. Existen libros publicados por sellos muy conocidos que tienen errores graves de edición.

La autopublicación de esta novela tiene un significado más especial, representa el haber realizado un proyecto como este con la ayuda de muy buenos amigos, que como yo, se han dejado los sesos por y para mí, y por supuesto, para los lectores.

¿A quién no le gusta probar un buen pan casero? Pues eso.