La impresionante portada, diseño de nuestro
compañero Mián Ros
Es lo queocurre en EL MANUSCRITO. Nicholas Blohmestá desanimado. ¿A quién no le hasucedido que después de escribir y buscar agente, editorial y demases, sus esfuerzos seaninfructuosos? Y encima se queda sininspiración. No se le ocurre absolutamente nada, aparte de ir al parque al queacostumbra en busca de la esquiva musa, y el banco donde suele sentarse —yque considera de su propiedad—, está ocupado por un pequeño hombre. Una bolsa de plástico,negra, como las que se utilizan para la basura, descansa en el piso a su lado. Nicholasestá de malas. Pero es “su” banco y se sienta en un extremo.
Sucede loque temía. El hombrecillo le busca conversación y acaban hablando de libros. Elsujeto saca un manuscrito de la bolsa negra y lo pone en el banco, en medio delos dos.—¿Sabe qué esésto? —preguntó poniendo la mano en la tapa.—No.—Deberíasaberlo. ¿No es usted un escritor? Nicholas sesentó de lado dándole cara. El hombre había acaparado su atención.—¿Cómo losabe?—Loreconocí. Tengo su segundo libro, vi sufoto en la solapa. Buscando el camino a la colina; es una buena novela, pero le falta garra. También he leído algunos de sus artículos en el New York Times. —Ya notrabajo allí.El individuohizo un gesto de impotencia, se alzó de hombros y miró al frente, a los árbolesque parecían danzar con el viento.—De modo queusted también escribe —dijo Nicholas, dando una mirada a la tapa delmanuscrito.—No. No seríacapaz. Yo leo. Y me considero un buen lector.—¿Y elmanuscrito?—No es mío.Lo encontré junto con unos libros en una caja que recogí hace unos días. Mededico a la venta de libros usados. —¿Tambiénvende manuscritos?—Es laprimera vez que me llega uno. La cajapertenecía a un escritor que falleció hace dos meses. Según su viuda, nuncahabía publicado. Ella necesitaba espacioen la casa y quiso deshacerse de todos los libros; parece que decidió incluir elmanuscrito. Yo compro al peso.—¿Se refierea que compra libros por kilo? —preguntó Nicholas, con una sonrisa deincredulidad.—Sí. Tal vezella pensó que más papel añadiría peso. —Supongo queusted ya lo leyó.—Así es. ¿Quiere echarle un vistazo?
Nicholas mirócon desconfianza el manuscrito. Lo tomó, no parecía ser muy grueso, corrió lashojas con el pulgar izquierdo y luego abrió la primera página: «Sin título»decía en el centro. No era nada raro. A él siempre se le ocurrían los títulosal final. Pasó a la siguiente página y leyó el prefacio.
Y… Asíempieza la novela. Miento. La novela empieza con el prefacio delmanuscrito.
Está a laventa en Amazon, en formato Kindle, ¡espero que se animen y la lean! Me hace mucha ilusiónque El manuscrito recorra el mismo camino que El legado, siempre en losprimeros lugares, la verdad, no sé por qué, pues esa novela salió ya hace unpar de años.
Hasta aquíllegué hoy, amigos, ¡hasta la próxima entrada!
B. Miosi