Por qué no vivo en el cuarto piso

Publicado el 24 abril 2013 por Nmartincantero

La ausencia del número cuatro en China me entristece. Este era mi número favorito de pequeña, cuando en el patio del recreo las niñas dejábamos de jugar al rescate para maquinar formas de atraer a los niños que nos gustaban (quienes, por su parte, continuaban jugando al rescate). Ver tres cuatros juntos en la matrícula de un coche significaba que le gustabas al susodicho, y cuatro cuatros, que te quería (no sé lo que entendíamos por eso entonces).

La manía de leer las matrículas de los coches se convirtió en una costumbre que mantengo, lo mismo que la fidelidad a un dígito que, a mi parecer, es redondo. La Santísima Trinidad debería ser Cuatridad, o como se diga. Igualmente incompletos me parecen Los tres mosqueteros, y no digamos ya Los tres cerditos, Las tres marías o El bueno, el feo, y el malo (¿dónde está el guapo?). El tres es un trabalenguas (tres tristes tigres) incompleto (tres patas para un banco). En cuanto al número cinco, es la rueda de repuesto. Claramente inferior.

La cuestión es que en China el cuatro goza de pésima reputación porque se pronuncia igual que muerte (eso dicen; a mí todo me suena igual). Así, es más barato, por ejemplo, hacerse con un número de teléfono o con una matrícula que contenga este número (se pueden elegir). Da mala suerte incluirlo en el sobre rojo (el color de la buena suerte, otra superstición) que tradicionalmente se regala en el Año nuevo chino, sentarse a comer en la mesa número cuatro del restaurante o no digamos ya vivir en el cuarto piso. Todo esto quiere decir que, para mi infortunio, nunca veré por aquí cuatro cuatros. En realidad, no es posible ver ni uno solo: 

En el aeropuerto de Beijing. 


Por qué no vivo en el cuarto piso.