Dentro de mi proyecto felicidad, este mes está dedicado a mi casa. Mi casa es el punto neurálgico de mi vida: aquí puedo recargar las energías, desarrollar mis proyectos, pasarlo bien con amigos, recordar con ternura el pasado, disfrutar del presente y planificar con alegría el futuro. Así que es muy importante que me sienta bien en mi propia casa.
Prioridades: ¿qué es lo que tengo y qué es lo que quiero?
Con el cambio de temporada suelo hacer un repaso completo de todas mis pertenencias, en vez de solo concentrarme en la ropa. Vaciando cada armario y cada rincón olvidado de la casa me dedico a revisar cada objeto para ver si todavía cabe en mi vida. Y cada año encuentro cosas del pasado que ya no tienen propósito en mi vida. Este año le ha tocado a mi vestido de novia y las botas de moto.
El vestido de boda marcó el inicio de un capítulo muy importante de mi vida. Un capítulo que está cerrado. Yo cambié, mi estilo cambió, mis preferencias cambiaron: y el vestido simplemente no encaja.
Las botas de moto fueron parte de la preparación para un viaje en moto por Italia, el último viaje que disfrutamos en pareja. Como yo prefiero la bicicleta, desde la separación no he tenido ocasión de utilizar las botas. Así que mientras el vestido de boda representa el inicio de un capítulo, las botas representan su final.
De sentimientos y opiniones sociales: por si acaso
Ambas prendas fueron caras, y ambas prendas fueron solo utilizadas en una sola ocasión. Sin embargo para mi entorno es mucho más fácil de aceptar que estoy a punto de vender mi vestido de boda, ya que la pareja ya no está. (Interesante: mientras la relación duró, la idea de vender el vestido era concebida como absurda). Todos entienden que el vestido tenga una carga emocional que ya no quiero en mi vida.
Ahora, con las botas de moto la carga emocional no es tan obvia. Por lo tanto la reacción suele ser la recomendación de guardarlas “por sí acaso”. Por sí acaso mi propia pareja es motero, por si acaso me compro una moto de corrida, por si acaso me apetece disfrazarme de motera en carnaval. Y pregunto: ¿Cuántos años tengo que guardar algo hasta que el “por si acaso” ya no existe?
¿Nunca se sabe? Pues, nunca se sabe.
Puede que me mude a Madrid o que vaya a Londres, puede que vuelva al Brasil, o puede que me quede aquí por 10 años más. Sea como sea, y vaya a donde vaya, estoy segura de que si un día necesito urgentemente un vestido de gala o unas botas de moto, encontraré una solución sin tener que guardar estas prendas hasta el infinito. El “nunca se sabe” y el “por si acaso” pueden ser razones perfectas para aliviar las cargas emocionales de tu vida.
¿Cuáles son tus planes para este fin de semana?
—-
Imagen: Fabita BS AS / flickr
