Revista Diario

Por Siempre, Tu,

Publicado el 22 junio 2016 por Mariejsamuells
Por Siempre, Tu,
Por Siempre, Tu
   Una de las cosas más difíciles de afrontar para los padres es tener que aceptar la realidad, aunque sea difícil de asimilar. Mi madre, una señora bastante comprensiva, amistosa y bastante molesta estaba pasando por lo mismo, debía de entender que a veces, los hijos debemos irnos antes que ellos.Y aunque, yo ya sabía mi final. A mi madre aun le constaba entenderlo.La escena se quedó grabada en mi mente perpetuamente, aunque la eternidad no sería bien apreciada por mi parte. Para resumir la historia, nos encontrábamos esperando al doctor Josh, aquel hombre de cara bastante poblada de arrugas y ojos viscos, aquel hombre fue un amigo íntimo de mi difunto padre, así que yo tenía la responsabilidad de ser examinada siempre por él. Mi madre y yo siempre teníamos disputas un poco acaloradas al respecto.Mi madre: Debes comportarte como una señorita, Claire, ya no eres una niña.Yo:Debes comportarte como una señorita, ya no eres una niña.Mi madre: ¡Claire!Yo: ¿Qué?Mi madre: Me matas.Allí no supe que responder, así que me quede callada porque no tenía más opción, no podía gritarle a mi madre, no podía. Era una de esas cosas extrañas de la vida, podía gritarle a todo el mundo, a todos en general estaban en mi lista de odio infinito, pero luego, en una lista aparte y bastante exclusiva estaba mi madre, aquella que no podía gritarle por muy enojada que estuviera con ella, o muy fastidiada del mundo no podía pagar mi enojo con ella.Para mí, era uno de esos misterios de la vida.También podía contar como misterio de la vida que siempre terminaba aceptando cualquier cosa que dijese mi madre, ¿por qué? Por el mismo motivo que me ha mantenido viva desde me entere de mi enfermedad; porque la hacía feliz.Mi madre ya tenía bastante con la reciente muerte de mi padre, con las deudas por mi tratamiento y por el aumento de peso que estaba sufriendo por el estrés.Todos en el mundo tenemos un papel importante, el mío era evitar que mi madre se desmoronara.Así que por esa razón me encontraba por segunda vez en esta semana en el consultorio del doctor Josh. Por esa razón, y porque tenía galletas gratis de chocolate.—¿Qué tal te sientes, Claire? Solo respondo un leve “bien” porque no quería hablar con ella, de hecho, la absoluta verdad es que no quería hablar con nadie, ni siquiera conmigo misma. Respondí bien porque es engloba todas las cosas malas en mi vida, un simple bien me ahorraría toda una conversación en la cena sobre mis sentimientos, responder un simple bien era la respuesta a todo cuando se quería saltar el tema, de cualquier manera.La voz de mi madre fue interrumpida por la gruesa voz del doctor Josh.—Claire, un gusto —me saluda cordialmente, yo en cambio, finjo una sonrisa y asiento.Me levanto del incomodo asiento de plástico del hospital y camino hasta la puerta abierta del consultorio, no dudo en pasar y hago el penoso recorrido hasta el vestidor, me cambio lo más lento que puedo, intentando, de alguna manera, retrasar lo inevitable.Pero al final, luego de diez minutos dándole vueltas al pequeño vestidor salgo.No me apetece recordar lo que sucede luego, el doctor dice que mi condición es bastante favorable, que con un montón de pastillas de colores mejorare, yo asiento y finjo esperanza.¿Para él era tan difícil aceptar que iba a morir?Eso era algo que me molestaba de los doctores, le daban tantas vueltas al asunto, creo, o podría asegurar que eran peores que los psicólogos, aquellos que creían que, por un par de preguntas podían saberlo todo.Eran tan inútiles como mi doctor.Pero decidí permanecer callada, porque uno, eso me metería en problemas serios con mi madre, los cuales terminarían con una yo del futuro muy enfadada y mi madre del futuro llorando, y dos, porque eso afectaba directamente a mi única regla de vida; mantente callada.Así que salí del médico con una nueva dosis de infinitas pastillas y un dolor de cabeza monumental.Mis pasos comenzaron a hacerse más lento conforme comenzaba a llegar al auto, me sentía aturdida como si mis pensamientos y mi cuerpo bailaran en el agua, pero tuve que ignorar la sensación, no quería alarmar a nadie.Simplemente me sentía bastante cansada.Para cuando llegamos al auto me costaba respirar.—¿Claire? ¡Claire! —la voz de mi madre se escuchaba lejana, muy lejana…Hasta que ya nada se escuchó.La voz lejana de mi madre se apagó.Todo el mundo se detuvo y lo único que hubo fue silencio.La inconsciencia era mi nueva amiga, aquella que hacia acto de presencia sin permiso alguno. La luz volvió más tarde, se encontraba embotellada en forma de bombilla de hospital y era tan horripilantemente blanca que cerré los ojos simplemente para ignorarla.—¿Mama? — fue lo que pregunte luego de minutos interminables de luz cegadora.La mano cálida de mi madre fue su respuesta, su mano seguía siendo su mano solo que ahora estaba tan fría como un cubo de hielo.—Para de preocuparte mujer, aún no he muertoUna especie de bufido fue lo único que obtuve como respuesta coherente de su parte. Las enfermeras le habían explicado que mi fatiga se debía a que mis riñones estaban comenzando a fallar, otra vez, y que había probabilidades de una insuficiencia renal grave o posible cáncer de riñón, cualquiera de las dos opciones eran bastante alentadoras, sin duda alguna, como si me encantara la idea de morir antes de los veinte.Pero, eso no lo decidía yo, lo decidían los doctores.Salí del hospital dos días después, luego de que jugaran conmigo si de una muñeca de trapo se tratara. Iba en silla de ruedas hasta nuevo aviso, cosa que no me quejaba, detestaba mucho desgastar la suela de mis converses negros. Esa broma no le hizo ninguna gracia a mi madre cuando la dije, como respuesta a mi sarcasmo obtuve una mirada asesina, ese tipo de miradas que piensas: “Dios mío, menos mal que no posee rayos laser en los ojos”.Pero no le dije eso, de hecho, nunca le decía lo que pensaba.—¿Puedo salir sola?La cara de mi madre fue un poema, sinceramente, admito que soy buena leyendo rostros, creo que es un don para tanta desgracia que llevo conmigo, pero, por primera vez en dieciocho años de vida no pude leer la mente de mi madre.Permaneció en silencio, porque algo que he aprendido de mi madre es que ama permanecer en silencio, creo que si hubiera un concurso en donde se debiera permanecer en silencio, sin duda, mi madre ganaría.—¿A qué se debe ese cambio radical de querer explorar el mundo?—Solo quiero salir por ahí, ya sabes, poder ver el mundo por última vez antes de morir, y ¿Por qué no? Tener sexo salvaje con algún desconocido para no morir virgen.—¡Claire!—Sí, ese es mi nombre. Ahora, volviendo a lo importante ¿puedo salir?—Te quiero en casa antes de la cena.Sonreí a su respuesta.—Está bien,—Hablo en serio, Claire, nada de llegar después de la hora.—Sí, señora—respondí imitando la voz de un hombre.—Te pasas.Me encogí de hombros, algunas veces era imposible complacer del todo a mi madre.Cuando el auto se estaciono en un café cerca de mi casa le dije a mi madre que no deseaba bajar la silla de ruedas, no quería que las personas a mi alrededor me vieran con cara de lastima.No lo soportaría.Como novedad importante mi madre lo entendió.Me despedí de ella con un beso en la mejilla y un montón de gracias no dadas. Ella jamás comprendería la sensación de libertad que me estaba otorgando en ese momento.Creo que nadie sería capaz de entenderlo del todo.Me di la vuelta para entrar a un pequeño cafetín de Valencia, el lugar, para ser las 4:00 de la tarde estaba bastante vacío, así que fue fácil ubicarme lejos de la gente. Pedí un café y una torta de chocolate, necesitaba azúcar en mi vida, además, me iba a morir así que no me pondría quisquillosa con lo que comía.Termine de comer demasiado rápido para mi gusto sintiéndome como esa taza de café que termino de vaciarse demasiado rápido; me sentía vacía, al igual que ella.Deje el dinero en la mesa y salí de aquel lugar, no tenía muchos lugares a donde ir, mis opciones, lastimosamente eran demasiado limitadas. Saque mi celular por unos momentos, avisándole a Julieta que iría un rato a su casa, me iría bien pasar tiempo con ella.Porque yo sabía, aunque mi madre no me lo dijera, aunque mi doctor tampoco fuese tan valiente como él quería, aunque las enfermeras no tenían la orden de decirme mi realidad, yo era consiente de que me quedaba poco tiempo. No espere su respuesta demasiado tiempo, esa chica era maestra especializada a la hora de responder mensajes de forma instantánea.Emprendí mi camino lentamente, porque no quería parecer como si realmente estuviese desesperada por contacto humano de mi edad. No quería sonar como una adolescente harta del mundo pero ya estaba cansada de la constante vigilancia de mi madre.Yo definitivamente no era una persona atlética, de hecho, fue una de las materias en el instituto que más odiaba, la odiaba más que matemáticas, pero por circunstancias extrañas de la vida decidí comenzar a correr porque realmente necesitaba a mi mejor amiga en esos momentos.Julieta y yo nos conocimos literalmente desde la barriga de nuestras madres, así que ambas creemos que el destino nos juntó desde antes de nacer.Lo cual era bueno.Antes de llegar hasta su casa aprendí una valiosa lección; no podía correr y pensar a la misma vez. ¿La razón? Acababa de chocar con un desconocido.—¡Auch!! —Farfulle mientras intentaba calmar mi agitada respiración, consecuencia del esfuerzo sobre human que acaba de hacer.—¡Fíjate por donde corres!Cuando el desconocido termino de hablar alce la vista. Un acontecimiento casi histórico en mi vida estaba sucediendo, lo cual era raro, en mi vida por una reacción en cadena que había desatado desde mi nacimiento ofrecía una infinita variedad de desastres, pero esta vez la vida estaba jugando bien sus cartas.Esta vez yo había obtenido algo bueno.—Discúlpate, la vida será mejor si lo haces—murmuro algo irritada, la verdad es que yo tenía un pésimo carácter.Mi irritaba con todo, respondía mal e incluso, algunas veces simplemente me desaparecía por días hasta que se me pasara el mal genio. La realidad es que siempre terminaba volviendo al mismo lugar.—De hecho, la que debería disculparse eres tú.Me mordí la lengua para no responderle mal, el pobre chico no merecía llevar toda la mierda que yo le echaría. Así que ignore su comentario, me levante del asqueroso suelo y seguí corriendo, ignorando por completo que el desconocido gritaba para que parara de correr. También ignore su intento de frenarme, pero no pude ignorar que se plantó en frente y detuvo cualquier posibilidad de deshacerme de él.—¿Qué quieres?—Te conozco —dijo alzando una ceja.—No, tampoco desearías conocerme, ahora déjame seguir mi camino.—No lo pregunte, realmente estaba diciéndolo más como una información, clara, aunque al parecer no fue tan clara para ti, quiero conocerte.Esta vez fui yo la que tuvo la oportunidad de alzar una ceja, aunque no sabía subir una ceja de forma interrogativa, lo mío fue un intento bastante malo de su perfecta ceja arqueada.—¿Por qué quieres conocerme? Quizás soy una asesina serial, o una ladrona de bibliotecas por las noches.El desconocido comenzó a sonreír, su sonrisa fue de aquellas contagian sin desearlo, y ese fue mi caso me vi a mi misma sonriéndole a un adolescente desconocido en plena calle.—Si fueras una asesina ya me estuviera muerto, aunque lo de la ladrona aun no puedo confirmarlo. Y si lo fueras, eso no impediría lo que quiero.—¿Qué quieres?Realmente lo pregunte por mera curiosidad, aunque también quería irme de allí, llegar a casa de Julieta y ver un maratón de las películas de Harry Potter.—Ya te lo he dicho. Quiero conocerte.Suspire derrotada.—Estás loco.—Es lo tomare como un lindo halago ¿Cuál es tu nombre?No respondí.—Curiosamente, el gato te comió la lengua, No hay problema, mi nombre es Trent.Trent, así que el desconocido tenía nombre, y realmente era un bonito nombre para un desconocido. —Claire.—Un gusto conocerte, Claire.—Yo no opino lo mismo.El desconocido de nombre Trent sonrió, estaba comenzando a pensar que él nunca paraba de sonreír.—¿Tienes numero celular?Hice el intento de arquear una ceja.—Quiero dejar algo en claro, no saldremos, no eres mi amigo, y no es un gusto conocerte.Trent saco su celular.—Demasiadas cosas para dejar en claro, Claire, ahora ¿me darás tu número?Suspire de forma teatral, este chico estaba agotando mi paciencia. Tome su celular y anote mi número de teléfono con la esperanza de que cerraría su boca y me dejara ir.Trent guardo su celular en el bolsillo de sus vaqueros y sonrió nuevamente, en definitiva este hombre no dejaba de sonreír.—Nos vemos luego.—Espero que no.
Esta vez, si me dejo ir.

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