De pronto, me encontré pensando esto:
Hay tres mujeres que sentí como rivales en algún momento de mi vida... quedaron en una posición antagonista respecto a mí, por un hombre (en el peor de los casos, por un muchacho). Mis experiencias de "odio" han estado en relación a esas mujeres (una menos, otra más) y es increíble porque nunca sentí "eso" por los hombres implicados en esas relaciones, ni siquiera por otros hombres que me hicieron daño en serio. Como buena hija del patriarcado, tengo una asombrosa capacidad para disculpar hombres.
De pronto, a las 3 de la mañana de este sábado, se me ocurre que esas tres mujeres son bien chidas; pero en serio: especialmente; de esas personas con las que es genial estar y compartir. La única que hizo cosas de verdad traicioneras fue una mujer que originalmente me apreció y con la que me porté "mal" -por decirlo fácil y rápido-, así que tampoco es que ella fuera la mala y yo la buena. De hecho, si me alejo un poco y cambio de perspectiva, podría decirse que yo fui "la mala" en los otros casos. Nunca es tan simple.
Qué patético acomodarnos en las relaciones del modo en que menos nos conviene, quedando resentidas o atoradas en batallas unilaterales con otra persona que a lo mejor está en las mismas, por encumbrar a un hombre, protegiendo nuestros sentimientos hacia él de los efectos de sus acciones.
Ahora sonrío, recordando los "amiga, date cuenta" que ignoré, pero también reconociéndome en otro lado: cada vez más lejos de aquello.
Silvia Parque