Por una canción: Hallelujah - Leonard Cohen

Publicado el 15 enero 2010 por Drgonzo
                          
                                                       
- Raymond, mírame.
Ella estaba delante de él, tan hermosa como siempre había sido, más que nunca. Tan hermosa que los ojos de Raymond se negaron a escupir su tristeza por no apartarse un segundo. Todo sucedía en la más absoluta lentitud. Raymond podía sentir las palabras tomando forma en sus labios, dibujando su trayectoria en el aire. Despedazando su alma con exquisita dulzura. En la parte de atrás de su cabeza la memoria ardía con la fricción de cientos de recuerdos pasando a gran velocidad. Dejando un surco de dolor, que toma la forma de él mismo corriendo a través de kilómetros de brasas. Porque una vez le dijo que lo haría si ella se lo pedía. Y hubiese corrido por encontrar una razón, una lógica a un universo que permitía que alguien como ella se hubiese fijado en un pedazo de anonimato como él. Para sentirse merecedor de tanta belleza.
  Con un crujido casi audible los huesos de Raymond se rindieron ante el peso de aquella mirada, haciéndole  recostar su cuerpo contra la pared, lentamente. Para que ella no notase que se estaba derrumbando. Que había perdido. Una vez te quise. Una vez... Hace tiempo, no es culpa mía. El tiempo lo ersosionó todo, mis sentimientos se... se perdieron. Pero te quería. Porque ahora me estoy ahogando. Y tú estás ahí, en frente con los ojos tan anegados de dolor que mirarte es como mirar al Sol de frente. No me hagas esto, por favor, por favor, no.
 Los errores del pasado, aquellos que le habían marcado sin que él lo supiera, o sin que les diera importancia, estallaron sobre él.
 Los segundos congelados cayeron en cascada. Y mientras Raymond se rompía en pedazos supo con total claridad que nunca había dejado de quererla un momento. Ni siquiera cuando se la dejaba olvidada en el fondo de una botella, o en el pelo de otra mujer. Supo que el mañana vendría gris.

Raymond la miró por última vez.
 -  Adiós, Raymond.
P.D: Este post va dedicado a 2 de mis lectoras. A una por inspirarme. Y a otra para que no cometa el error de pillarse a un Raymond, que nunca merecen la pena.