"Nunca he olvidado la impresión que me produjo Hitler al entrar en la sala. Yo había visto al Führer una vez, en la primavera de 1939, en un gran desfile militar organizado con motivo de la visita del príncipe regente de Yugoslavia. Mi regimiento participaba en ese desfile y yo estuve a unos treinta metros de la tribuna donde se encontraba el Führer. No hacía niguna falta ser nacionalsocialista para dejarse impresionar por su fuerza, su dinamismo y su vitalidad. Ésta era la imagen que yo conservaba, reforzada por las que ofrecían los noticiarios y los periódicos. La persona que se presentaba ante mí aquel 23 de julio de 1944 no se parecía a aquélla. Ya no era el "Füher del Reich de la gran Alemania combatiendo por su destino", sino un hombre de cincuenta y cinco años con aspecto de anciano, encorvado, jorobado, con la cabeza hundida entre los hombros, el rostro muy pálido, los ojos apagados y la piel grisácea. Caminaba despacio, arrastrando la pierna izquierda, y tenía una herida leve en el brazo como consecuencia del atentado. Guderian se encargó de las presentaciones. Con una sonrisa fatigada, me tendió una mando blanda mientras murmuraba unas palabras de bienvenida. Me quedé estupefacto. El héroe celebrado por la propaganda del régimen era una ruina. ¿Cómo era posible? Con el paso de los meses, empecé a entenderlo. En aquel momento, tuve la impresión de estar contemplando una figura de cera. Me dije que el Reich estaba regido por una ruina humana".En el Búnker con Hitler
Bernd Freytag Von Loringhoven (en traducción de María Pons Irazazábal)
Hitler, la novela gráfica (Gekiga Hitler), de Shigeru Mizuki (1971)