Revista Talentos

Positivismo

Publicado el 24 junio 2015 por Isabel Topham
Conversaba a cada instante con el vaso medio lleno de alcohol en la barra del bar. Sin acompañante que le pudiese ofrecer un abrazo siempre que lo necesitase, ni alegrías que le distrajesen en aquellos segundos. Mantenía la mirada fija clavada sobre aquel vaso de licor, con los brazos en jarra y a punto de llorar. Incluso, en ocasiones, elevaba un tono más alto que cualquiera de los susurros que maldecía continuamente. Y ni se daba cuenta de las veces que se abría y cerraba la puerta, bien porque entraba alguien nuevo al local o porque salía alguien de allí. Sin embargo, a todos les llamaba la atención. No su estado de ánimo, sino el hablar consigo mismo en  un lugar público como aquel. Le tachaban de loco, porque estar hablándose a sí mismo y hasta había un margen de distancia entre los demás y él, hasta aquellos que no iban directamente hasta la barra, simplemente tenían que pasear hasta la sala de los comensales respetaban dicho margen. Por miedo, inseguridad o puro escepticismo.
Vestía una camisa a cuadros azules marinos y líneas blancas y marrones. Era un fanático de las camisas. Siempre que tenía oportunidad, se ponía una. Y muy perfeccionista. La llevaba por fuera, abrochada y con una camiseta blanca básica por dentro que se la dejaba asomar con unos vaqueros de un tono azul bastante clarito y unas deportivas. Llevaba gafas de pasta dura negra, y el pelo bastante alocado. Era rizado y de color medio negro. Ensortijados, y bastante común. Siempre llevaba una libreta pequeña encima, bajo el brazo izquierdo, y en donde tenía un bolígrafo negro en la parte superior de las espirales de ésta misma. Seguía tan blanca como de costumbre, nunca le daba uso. A veces la abría por la primera página, y hacía como que escribía pero sin llegar a rozar el lápiz al papel.
Sentía frío, y cada suspiro que le recorría la espalda le evocaba algún recuerdo. Siempre el mismo, con ella y en el mismo lugar. Estaban en el parque, ella se columpiaba y de vez en cuando le miraba porque no confiaba en sus palabras aquella misma tarde, sentía la necesidad de comprobarlo en cada momento que tenía la oportunidad. Era un recuerdo fugaz, alegre…. y triste, al mismo tiempo. Cada vez que la veía girar se sentía el hombre más afortunado del mundo y, sólo por tenerla a ella. O por verla sonreír, haría todo lo que fuese por verla feliz. Pero la recordaba extraña, lenta y pausada, fría, melancólica y, en definitiva, diferente. Parecía que la persona con la que había vivido aquellos últimos cinco meses no fuese la misma. En cuanto pudo darse cuenta, había roto a llorar en mitad del local, sollozando, y con la cabeza apoyada en sus brazos y éstos puestos en la barra. Todo el mundo se quedó perplejo mirándolo, pero ahora eso era lo que menos importaba. En absoluto. Sólo quería huir de allí y volver al pasado. Volver al último sitio en donde la vio, al lugar en donde se despidió de ella. Sin ni siquiera saber que era una despedida. Ni la última vez que la viese.
Cuando le trajeron la cuenta, que había pedido hace tiempo, y en la que se podía leer antes de ver cuánto debía, una pequeña nota en la que habían escrito con letra legible, bonita y sencilla un mensaje del que jamás se olvidaría; sin llegar a saber si por el mensaje en cuestión, o de ver justo a la persona que lo dejó allí. No. No era ella, pero sí llevaba su misma pulsera. Aquella por la que discutían días enteros por temas del azar y la suerte. Aquella que le volvió a recordar que, a pesar de su muerte, le quería de verdad. Y a pesar de todo, nunca la olvidará. Al fin y al cabo, siempre había sido ella quien le sacaba una sonrisa en los peores momentos, quien le ofreció su hombro para llorar y quien le decía que era increíble cuando los demás abusaban de él. La única que apostaba por él y no por otro, mejor ni más listo y fuerte. Fue ella quien arriesgó en pintar y colorear un mundo completamente negro y sin futuro. Por quien había cambiado, y a quien le debe la vida. Literalmente.
Debes de ver siempre el vaso medio lleno, aunque sea de aire. 

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