En estos tiempos que la única certidumbre parece ser la incertidumbre, sólo hay que sacudir la alfombra para que surjan más charlatanes que guisantes en una paella al estilo de Villaconejos. Entras en una librería y ya no sabes si dirigirte a la sección de “Economía y Empresa” en lugar de la de “Autoayuda” para encontrar la última revelación del autor de “Las jirafas también hacen network”o un incunable de “¿Quién me robo el sugus de naranja?
Todo el mundo mundial tiene algo que contar – hasta yo mismo lo hago en estos precisos momentos-.
Casi todo el mundo posee alguna pócima contra la amargura hipotecaria, la impotencia crediticia o la ausencia de erección en las ventas.
Es el triunfo del positivismo de feria, el optimismo interesado más que mal informado, en fin, una nueva plaga bíblica que amenaza con ahogarnos al más puro estilo cumbayá. Cuando no se nos presenta a un inocente ratoncito, la emprenden con un elefante inasequible al desaliento aunque siempre queda el recurso del lobo redimido. También contamos con aquellos que superan enfermedades incurables con el poder de la esperanza, trasladando sus revelaciones al entorno de una empresa donde ni el conserje recuerda la última vez que el consejero le dio las gracias al abrirle la puerta. Contaba un amigo con cáncer que acabó hasta las dichas sean las partes de escuchar a su vecino, un afamado autor de librillos de aeropuerto, aquello de “eres afortunado, tienes un gran reto por delante que cambiará tu vida”, hasta el punto de que una mañana, una de esas que te levantas con la izquierda, no soportando más al maromo, le soltó a buen ritmo aquello de “¡gilipollas! Lo que tengo es un bicho que me está jodiendo.”
Ayer, también me levanté con la izquierda y pensando en esto del positivismo positivo, se me ocurrió visitar la web de una autora de fama en esta tierra del toro. ¡Arrea! Que si mira como salgo en la tele, que si mira mi última conferencia en el Círculo Ecuestre, que si mira mi último libro, que si esto, que si lo otro. Parecía el Corte Inglés la referida, sólo le hacía falta ponerse una cámara en el moño y vender sus reflexiones online a cien de vellón. Pero, el caso es que vende y además hace caja con lo que a uno se le queda cara de gilipollas de más allá del Zambeze mientras escribe estas líneas para que el personal las lea por la jero – es broma-.
Sólo encuentro un antídoto a esta fiebre, bueno, en realidad dos: conectarme al noticiero de Tele5 o apuntarme a una maratón en Villaconejos. Ustedes mismos. En cualquier caso, buenas noches y buena suerte…