Postales de mi tierra: el árbol de la vida

Publicado el 01 noviembre 2017 por Perropuka

Antes que Jaimito Cameron ideara 'Avatar', los palqueños ya tenían su 'árbol de la vida'


Los ceibos definen a Independencia, tierra de indomables guerrilleros, de bosques neblinosos y de montañas agrestes. En todo el valle cochabambino, el noble molle campea a sus anchas, menos en los alejados valles palqueños. Por una extraña razón, la madre naturaleza ha dispuesto que ese lugar sea ocupado por los chilijchis de copa colorada. Centenarios eucaliptos,perfumosos cipreses y aletargados sauces llorones bañan el municipio más verdoso del departamento de Cochabamba, sin contar el trópico. Sin embargo, tanto verde puede llegar a abrumar, como el mar desierto azul. Es entonces que los ceibos ponen el color. Y la vida cambia de matiz para huirle a la monotonía.
A pocos pasos del pueblo mismo, una ancestral figura de barbas pobladas da la bienvenida a los viajeros, hijos pródigos desperdigados por el mundo que retornan al seno y forasteros de incierto caminar. A dos palmos del puente de piedra que salva el rio Palca, se yergue el señorial ceibo que vigila el sueño de sus habitantes. Testigo mudo de obligados pasos de mulos y caballos cargadores de maíz y otros granos, de juguetonas pastorcillas que a una sola mirada cuentan sus ovejas, de incontables paseos de parejas enamoradas, observador del paso veloz de ciclistas y otras almas rodantes; como un quieto calendario va destapando los folios del tiempo. Su cambiante estampa anuncia las estaciones: de brazos desnudos cuando arrecia el invierno, de coqueto rojo semblante cuando llega la primavera, de amarillo de orquídea cuando se asienta el verano con sus copiosas lluvias, de hojas que huyen en canciones de ventarrón otoñal.
Así es nuestro árbol emblema, recio chilijchi que en sus barbas, alguien dice, se conservan antiguas historias. Como imperturbable guardián de generaciones, ha visto el ir y venir de la vida. El rio que acaricia sus raíces, puede dar fe de ello. 


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P.D. Mi tío abuelo Federico, veterano de la campaña del Chaco y un poco poeta el hombre, nos dejó este primoroso legado, transformado en canción. En quechua, la misk’i simi, la más dulce de las lenguas.