Si hay un sitio fuera de mi país donde me siento como en casa es en Italia, y cualquier excusa es buena para volver a visitarlo. Esta vez el momento fue el verano del 2012, y el destino elegido, la Toscana, una región que hay que visitar sí o sí. Para mí la mejor opción para llegar en coche desde Barcelona es en los ferris de Grimaldi. Te ahorras un día de carretera. Eso sí, hay dos rutas, la de Barcelona a Livorno, en la Toscana, y la de Barcelona a Roma pasando por Cerdeña, y aunque pueda parecer mejor la primera por ser mas corta, os recomiendo tomar la de Roma. Los barcos de la ruta de Barcelona a Livorno son como pateras gigantes repletas de ciudadanos magrebís ocupando hasta los pasillos y las escaleras. Una experiencia muy desagradable. En cambio los barcos de Roma son perfectos, como pequeños cruceros.
En total estuvimos dos semanas recorriendo los principales lugares de la Toscana y algunos otros de regiones colindantes, como la Liguria y la Umbría. A la ida nos alojamos una noche en Roma, ya que llegábamos a última hora de la tarde, y el resto del tiempo estuvimos en un apartamento en la ciudad de Lucca, cerca de Pisa. Saliendo de Roma en dirección a Lucca nos desviamos un poco para ver el curioso y espectacular pueblo de Civita di Bagnoreggio. Vale la penar ir aunque sólo sea para contemplarlo.
Lucca es una agradable ciudad toscana cuyo centro histórico está aún amurallado y lleno de rincones y edificaciones interesantes.
Vale la pena acercarse un día a La Spezia, una ciudad de la vecina región de Liguria, y alli tomar el tren que recorre un espectacular paraje costero llamado Cinqueterre porque lo componen cinco pueblos: Riomaggiore, Manarola (la siguiente foto), Corniglia, Vernazza y Monterosso. El billete turístico permite bajar y subir en cualquiera de los cinco pueblos, así como tomar un bus gratuito que comunica el pueblo de Corniglia con su estación, que está algo alejada. De Riomaggiore a Manarola se puede ir caminando por una bonita senda costera llamada Via dell'Amore. Tiene numerosos rincones para que los enamorados puedan pararse a descansar y disfrutar de las vistas, o para otros menesteres de enamorados.
Para otro tipo de amantes, los de los paisajes y de conducir, la Toscana dispone de dos carreteras muy interesantes. Una de ellas la llaman la Chiantigiana porque recorre toda la zona vitivinícola de Chianti. El paisaje está dominado por los viñedos, y en cierto modo me recuerda mucho la zona catalana del Penedès, tanto por su orografía como por cómo son las fincas, grandes casas con caminos flanqueados por cipreses.
La otra carretera que hay que recorrer es la llamada Crete Senesi, al sureste de Siena. Se trata del típico paisaje toscano a base de suaves colinas y caminos a las casas flanqueados por cipreses, todo entre campos de trigo, el trigo que sirve para hacer la harina de las pizzas y de la pasta. En agosto ya se ha cosechado todo el trigo, por lo que los campos se muestran amarillos en lugar de verdes, y en algunos de ellos se aprecia el color auténtico de esta tierra, el color "siena". Es la foto que encabeza este post.
Ya que estamos hablando de Siena, tuve la suerte de asistir a la carrera de caballos llamada Palio. Esta carrera se celebra dos veces al año, en julio y en agosto, y los habitantes de Siena lo siguen con un fervor increíble. Decenas de miles de personas se concentran en la Piazza del Campo, donde se disputa esta brevísima y accidentada carrera de caballos en que participan los diferentes barrios de la ciudad.
Hay un sinfín de pueblos y ciudades que visitar, todos con sus peculiaridades. Yo destacaría por ejemplo San Gimignano, también llamada la Manhattan de la Toscana por la presencia de decenas de altísimas torres medievales. Estas torres eran levantadas por las familias más opulentas y la altura era indicadora de su poder.
También está Montepulciano, un bonito pueblo en lo alto de una colina y rodeado por viñedos de los que obtienen unos vinos excelentes.
Y no pueden faltar las clásicas ciudades de Florencia y Pisa, ambas infestadas de turistas en las fechas estivales. Si bien Florencia es lo que llamo una ciudad-museo, donde hay obras de arte en cada rincón, tanto clásico como contemporáneo, he de admitir que Pisa me decepcionó bastante. Todos los edificios de interés están confinados en un mismo lugar, en una explanada donde hay más turistas que briznas de hierba. Aquí una postal diferente del Ponte Vecchio de Florencia.
Y aquí otra postal diferente del recinto turístico de Pisa.
Por último mencionar dos momentos fotográficos. Uno de ellos un atardecer en el lago Trasimeno, en la región de la Umbría, visto desde Passignano Sul Trasimeno, cerca de Cortona.
Y el otro momento es otro atardecer saliendo de San Quirico d'Orcia hacia Pienza. En este caso, justo al salir del pueblo, al trazar una curva vi de reojo el sol que quería ocultarse tras los cipreses de una casa. Afortunadamente a pocos metros pude parar el coche y salir con la cámara para inmortalizar el momento. Y no fui el único porque al verme haciendo fotos del atardecer en el borde de la carretera otros fotógrafos se animaron a hacer lo mismo y aquello casi se convirtió en una concentración. Uno de ellos hasta me dió las gracias por haber encontrado el momento y el lugar.
Guardo cientos de fotos de este viaje, pero creo que no son suficientes para ilustrar la Toscana. Voy a tener que ir más veces.
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Italia.