Revista Talentos
Postales navideñas
Publicado el 24 diciembre 2013 por PerropukaAy, los primeros generales de la república deben de estar revolcándose en sus tumbas. Para conformar el incipiente ejército se inspiraron en las academias europeas, especialmente en la disciplina y formación prusiana. Hasta hoy los uniformes de gala respetan esa tradición, por lo menos para los desfiles. No es casualidad que, en sus filas hayan hallado sitio, apellidos muy germánicos como Braun, Busch, Natusch, Banzer y algunos más que no recuerdo.
De ninguna manera estoy abogando por la clase castrense, siempre me ha parecido parasitaria y una permanente sangría para un país pobre como este. Puede que en siglos anteriores haya sido necesaria su presencia –especialmente para garantizar algo de seguridad a la sociedad en formación- aunque no haya ganado ninguna guerra contra nuestros vecinos que desde el año cero de la independencia se quisieron repartir el territorio. Pero viendo los resultados actuales, quizás hubiera sido mejor y hoy tal vez no existiría esta anomalía continental llamada Bolivia. Por lo menos nos hubiéramos ahorrado tantos gobiernos desastrosos. En esta convulsa nación, los libros de historia están llenos de sables y charreteras. ¿De qué nos ha servido?
Con los nuevos tiempos y calmados los fragores de batalla, la situación de las fuerzas armadas se hace cada vez más insostenible. Deberíamos seguir el ejemplo de Costa Rica. Ya no son tiempos para seguir guerreando en escritorios. La tropa está demasiado ociosa como para seguir costeándola. Ni siquiera resguardan bien las fronteras que siempre han estado descuidadas. Constantemente hay denuncias de que se remueven los hitos limítrofes. Siempre la excusa de que no hay suficiente presupuesto para equipar a las patrullas fronterizas mucho menos para financiar cuarteles en la zona.
En contrapartida, las ciudades centrales están llenas de regimientos y cuarteles. Demasiados oficiales que, de mañana siguen cursos para diplomarse en Altos Estudios Nacionales y otros menesteres de dudoso beneficio para el Estado. Y por las tardes se dedican a campeonatos de ráquetbol o pelota frontón. Y encima les pagan, a pesar de que siguen “estudiando” durante años para ascender de grado. Son los mayores privilegiados del aparato estatal y más aun cuando son los únicos que se jubilan con el cien por cien de sus sueldos. Todos los otros sectores sienten este trato especial como injusto, principalmente en filas de la Policía, lo cual siempre ha generado animadversión. Pacos y Plomos se llevan como perros y gatos.
Como decía, el presupuesto de Defensa es demasiado oneroso para las arcas públicas. No tiene ningún sentido seguir renovando material bélico cuando en un par de años ya se queda todo obsoleto con el gran avance de la tecnología militar y a qué precio. Además, qué efecto disuasorio podemos esgrimir si nuestros vecinos nos triplican mínimamente en poderío y gasto armamentístico. Chile, nuestro gran enemigo invierte diez veces más que nosotros. En esas condiciones siempre saldríamos perdiendo en un hipotético enfrentamiento. Y me da risa hasta lástima cuando oigo a algún oficial sentenciando que la recuperación de la cualidad marítima pasa por la vía de las armas. Como si estuviéramos en siglos pasados, como si todo fuera cuestión de valentía. Los William Wallace brotan como hongos.
Lo peor es que aun con estos antecedentes, el gobierno de Evo Morales es el que más gasta en presupuesto militar con respecto a los anteriores regímenes, preocupando seriamente a nuestro limitado vecino paraguayo, que más o menos va a nuestro ritmo. Y gastar en armamento chino es como armarse de flechas frente a un máuser. Aun así mucho orgullo causa en la población ver volar sobre sus cabezas una esmirriada cuadrilla de cazas K8 de fabricación china, inseguros por muy nuevos que sean, como que ya tuvieron accidentes en Venezuela. El caudillo no da ningún regalo por puro desprendimiento. Primero les exigió que adoptaran el lema del Che, en una suerte de aberración contra natura, además de obligarlos a declararse socialistas para dotarles de helicópteros y otros juguetitos de guerra.
Y como ahora las tropas han declarado estar al servicio del pueblo, siguiendo la demagogia evista, hoy cumplen la muy patriótica labor de ser los cajeros que pagan los bonos, especialmente el Juancito Pinto destinado a los escolares. Y los desfiles, ay los desfiles, hasta en eso han perdido la seriedad y compostura: es hasta ridículo que desfilen con sus implementos de camuflaje envueltos en lianas tipo musgo que parecen imitaciones enanas de Pie Grande. Todo un montaje farandulesco al servicio del caudillo que los aplaude desde el palco oficial. Esas son las fuerzas que tienen muertas de miedo a las tropas del imperio yanqui, de risa habrá querido decir el supremo comandante de la revolución. Por otro lado, tienen tan poco qué hacer que andan inventando cada cosa, como cantaría otra vez el inefable Arjona. Entre otras cosas, cada año, con dedicación y precisión militar organizan comparsas carnavaleras con conscriptos a quienes obligan a bailar disfrazándolos torpemente de los superhéroes de moda, como tortugas ninjas, autos transformers de cartón o travistiéndolos de chicas. Y por supuesto, el pueblo siempre espera con ansia el paso de los militares y sus chuscas carrozas. Carnavalesca se ha vuelto la vida en este país, colándose hasta los otrora rígidos regimientos. Solo faltan los claustros de monjas y la función sería completa.
Ay, qué dirían los antepasados castrenses, admiradores de Julio César, Napoleón, Bolívar, etcétera, si vieran estas postales que el cuartel más orgulloso de Cochabamba y uno de los más respetados del país acaba de perpetrar para ganarse el cariño y, seguramente la admiración de la gente. Esto es más original y fabuloso que la luminosa “caravana de la felicidad” de Coca Cola. Como si no bastara que los centros comerciales estén llenos de papanoeles y demás parafernalia navideña. Es hasta vomitivo que los periodistas y otros presentadores se presten a la bufonada de fin de año: ustedes saben, salir en pantalla con sus trajes de corte italiano y poniéndose el dichoso gorrito del viejito pascuero. Hasta las chicas más monas se me caen en esas circunstancias haciendo el mono. Empacho y más empacho siento tanto ver cajas de panetón como adultos disfrazados de idiotas.
Mucha honra para el glorioso y temido regimiento de paracaidistas significa esta solidaridad con el viejito barbudo. Si ya de por sí, son grotescas las estatuas con brillo broncíneo -como en otras partes suelen colocar leones guardianes- que adornan la entrada, además de sus copias miniaturas que coronan los muros; haberlos disfrazado de Santa Claus ya es el súmmum de la parodia. No se lleven a engaño, no son muñequitos expresamente colocados, esa bolsita blanca o multicolor que parece de regalos es la bolsa de paracaidismo muy bien camuflada por los repentinos artistas del armado de belenes y otras artes navideñas. El popularmente conocido cuartel del C.I.T.E. (Centro de Instrucción de Tropas Especiales), por obra y gracia de sus jefes ahora debería ostentar el título de “Centro Industrial de Trabajos Especiales” (de aquí también salen las carrozas carnavaleras). El belén con sus cajitas a los pies del Cristo de la Concordia denota demasiada creatividad y en plena calle para que todos aplaudamos a rabiar. Quién sabe, en los años siguientes hasta emprendan la titánica misión de confeccionar un traje rojo para el cristo original del cerro San Pedro, una mole de casi cincuenta metros. Mejor no debería dar ideas y callarme ipso facto. Nunca mi cotidiana cara de póquer había sido desarmada de esta manera; por las fuerzas armadas, vaya.
-----------------------P.S. En cualquier caso, espero haberles arrancado aunque sea una minúscula sonrisa, a modo de obsequio. Felices fiestas a todos los amigos comentaristas y a todos los extraviados que caen por este sitio.