Anton Corbijn – Tom Waits, California Dillon Beach 2002 Vía Facie Populi
Hoy en mi escritura diaria, surgió el asuntito este del pre-aviso.
Es decir algún tipo de misiva, encomienda, telegrama voz de ultratumba o los más modernos WhatsApp o mensaje de texto que diga: “Usted, fulano de tal, tiene a partir del día de la fecha treinta días para abandonar el planeta. Junte la basura y despídase como quiera.”
No sería alucinante?
Esto me recuerda un relato perteneciente a uno de los libros de Rosa Montero, en donde haciendo alusión a la caída de Hitler y sus últimos días, cuenta que algunos funcionarios se dedicaron a la joda y organizaron tremendas orgías para despedirse de este mundo.
Podría ser una posibilidad, también uno podría organizar una comilona o probar algunas sustancias, si de excesos hablamos. Pero nunca tuve nada de esto en mente. Mi plan sería liquidar todo lo liquidable, y de no contar con suficiente liquidez, pedir un crédito -o varios qué más da- e iniciar un tour mundial cantando “por cuatro días locos que vamos a vivir”.
Ahora que lo pienso bien 30 días es poco, o no?
Creo, sin temor a equivocarme, que si alguien me asegurara que a la vuelta no pasaré de hambre y podré tener una vida más o menos sustentable o si me dieran un subsidio por haberme ido, lo haría. Es decir lo del tour, lo de morirme no está en mis manos. Es muy loco lo que estoy planteando, y seguro me estoy mintiendo descaradamente. Ahora se me viene a la cabeza una de esas premisas que dicen que –muchos- somos eternos postergadores de nuestras satisfacciones, escondiéndonos a diario bajo obligaciones, promesas y culpas.
Las obligaciones saltan a la vista, y pueden resumirse en dos grandes puntos: primero la familia y luego el Estado. Es decir: el dinero se va en manutención, salud, educación, jubilación, impuestos y demás tasas. Ya ni los evasores pueden vivir sin pagar un céntimo.
Con quiénes somos más responsables? Con el prójimo o con nosotros mismos? Es decir, a veces pareciera que ni nos perdonan cuando ya hemos cumplido lo cumplido. Hay gente que quiere más, y si nos dedicamos a “living la vida loca” pasamos al podio de egoístas para algunos, o valientes para otros.
Estas últimas décadas, salieron de abajo de las baldosas una finita cantidad de personas que nacieron para dedicarse a ellas mismas, es decir cumplen, trabajan, participan del espectro social, pero trabajan para reinvertir en ellos mismos. Para la otra parte de la población esta gente no debería existir porque está atentando contra la continuidad de la especie humana.
Ya tengo 44 años, y como dijo Serrano, para morir joven ya soy vieja, pero he cumplido sembrando no sólo deudas sino también hijos. Si por algún tipo de gracia cósmica recibo el telegrama de pre-aviso: me animaré a cargar la mochila sobre mis hombros y partir o seguiré programada para actuar responsablemente? Cuál es la decisión acertada? Qué dice el corazón y qué la mente? Hacia quién o quienes nos debemos?
Creo que tengo las mismas inquietudes de cualquier mortal: que no me alcance el tiempo, que no me alcancen los kilómetros, que me roben el corazón sin haber sentido lo suficiente.
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