No, yo nunca te he mentido. Me duele ver tu rostro bañado en las dudas que brotan por tus ojos, pero no puedo decirte más, solo que nunca te he mentido.
Siempre he respondido puntual y sin mentir a cada una de tus preguntas, cuando la duda te ahoga.
Siempre te he dicho la verdad, sin faltar en cada una de mis palabras, en cada una de mis afirmaciones, en cada una de mis aclaraciones.
No, nunca te he mentido. Siempre he sido verdad en un verbo que tú puedes conjugar, cada vez que me quieras preguntar.
No, nunca te he mentido. Siempre te he contestado sosteniéndote la mirada, sin evitar tus ojos llorosos, donde flota esa angustia que lucha por poderse liberar.
No, nunca te he mentido. Siempre te he dado respuestas precisas a cada una de tus preguntas. Que si me preguntas sobre tus preguntas, en este momento de profunda honestidad, probablemente me vea obligado a decirte, que nunca has hecho las preguntas correctas, para que puedas tener esa verdad... Que tanto quieres escuchar.