Revista Diario
Presentes
Publicado el 12 agosto 2010 por Saludyotrascosasdecomer
Firmas recetas. Preguntas el nombre de la empresa para la que trabaja el paciente. Ordenas cerrar los ojos, quitarse la camisa, respirar profundamente. Abres la puerta de la consulta y llamas al siguiente. Quieres saber si fuma. ¿Cuánto? Si bebe alcohol. Si mantiene relaciones sexuales sin preservativo. Si tiene pareja estable. Investigas hasta conocer las enfermedades que padeció su padre. De todas, cuál fue la que lo mató. Pones una mano en su hombro. Le entregas una carta que debe mostrar en la administración del centro de salud. Te ríes. Te pones serio. Triste. Incómodo cambias de postura en la silla. Lees un artículo sobre hipolipemiantes escrito en inglés. No lo entiendes bien del todo. Estrechas la mano de un visitador médico. Le dejas que repita tu nombre. Finges. Callas. Coges el teléfono con la mano izquierda. Estiras el cable. Discutes con un compañero. Gritas. Pides perdón. Sacas dos monedas de un bolsillo del pantalón. Bebes un café sin azúcar. Buscas en la biblioteca un libro sobre entrevista clínica. No lo encuentras. Bloqueas el picaporte de la puerta. Te bajas la braqueta. Orinas. Te lavas las manos. Saludas con un gesto de cabeza. Te subes la bragueta. Escuchas en la megafonía el nombre que te pusieron tus padres. Te pones dos guantes de vinilo. Coses una herida. Recoges agua en el cuenco de tus manos. Sientes frío. Sueño. Un dolor apenas perceptible en la boca del estómago. Hambre.