Hace un par de meses que al levantarme me dije: “¡Coñe que bueno hace! Ya estamos en primavera”. Pero duró en lo que llegué a la cuadra, ordeñe a las vacas y apañé al resto del ganao. Vamos, mu poco. Porque aquí la primavera es lo que tiene, que no es primavera. Y cuando lo es, lo es pa un ratico solamente. Que en abril y mayo no dejes en casa el sayo, como decimos en mi pueblo.
Así que comprenderán ustedes que en no siendo primavera-primavera uno no puede escribir de ella. Porque cuando es primavera-invierno no se ven las cosas igual. Pero ahora parece que sí. Que ya estamos. Y como decía mi abuelo: “Si cambias la boina por visera, ya es primavera”. Y yo ya me he quitado la boina.
Pues eso, que ya estamos. Y dice la gente que sabe y que tiene estudios, que la primavera la sangre altera. Y que quieren que les diga, a mí nada de nada. Vamos que me entra una desgana tremenda. La mujer se ha empeñado en que vaya al médico. Y lo he hecho. Por la cuenta que me tiene. Que ya se sabe que hombre casado, burro domado. El doctor me ha dicho que lo mío va a ser astinencia primaveral. O algo así. Yo pensaba que eso era cuando uno no probaba ni un carajillo o cuando no se daba un revolcón con una zagala. Pero por lo visto no es eso. Es cuando llega la primavera y a uno le entra la galbana y no está con ánimo para nada.
Y la Valeriana lo lleva mal. Porque a ella sí se le ha alterado la sangre. Bueno, la tiene alterada todo el año. Y el otro día ya me dijo: “Genarooooooo, o plantas el ciruelo o arriendo la parcela”. Ustedes ya me entienden.
Hay que ver qué carácter tiene esta mujer. Pero es que me encuentro desganado. Y además yo soy de los que dicen que más tiran nalgas en lecho que bueyes en barbecho y que besos y abrazos no hacen chiquillos pero tocan a vísperas Y uno ya está muy mayor para según qué cosas. Me refiero a lo de los chiquillos, que de lo otro… Está mal que lo diga yo, pero pa ciertas cosas como si tuviera veinte años. Pero cuando me entra la astinencia esa ya me puedo yo olvidar de lo de los veinte años. Que no me encuentro con ganas de nada. Bueno, de algo sí. De cuidar a la Campanera.
Y una ternerilla bien hermosa que hemos tenido. La he puesto Campanera. Yo es que siempre he sido mucho de Joselito. Que voz tenía el muchacho ese. Eso era cantar y no lo que hacen esos señores y señoras gordos que parecen que dan gritos y no se les entiende nada. Además siempre cantan en extranjero.
Pues eso, que para lo único que tengo ganas es para cuidar de la Campanera. ¡Es de maja...! Con lo que echaba yo de menos a mi Lucera ahora con la ternerilla parece que la añoranza es menos. Que da gusto verla corretear por el prado buscando las ubres de la madre para amorrarse a ellas. Que envidia me da. Yo de chiquillo también lo hacía, pero a mis años ya me da un poco de apuro ponerme a mamar de la vaca.
Y bueno, que me mandan que les ponga un poco de música de primavera y me dicen que esta canción es muy propia pa ello. Es de un señorito que se llamaba Félix Mendelsón. Como mi cuñao, el tonto del pueblo. Les contaré una anécdota suya.
Un día iba el Félix andando por la carretera y pasaba por allí el médico del pueblo en el coche. Paró y le dijo: "Venga Félix, sube que te llevo". Y mi cuñao le respondió: "No, que llevo prisa". ¡Que espabilao ha salío el jodío!
Esta musiquilla no está nada mal. El tal Félix si que sabía del campo y sus cosas. No como aquel italiano del otoño que lo más parecido al campo que debía de haber visto eran las macetas de su casa. Me pongo a oir al tal Mendelsón y es venirseme a la cabeza la Campanera trotando por el campo en busca de la teta de la madre. ¿A ustedes no les pasa lo mismo? Escuchen escuchen. Taaa tariroriiiirooooriroraaaaa.
Felix Mendelssohn - Canciones sin palabras, Op. 62 nº6: Canción de primavera
Werner Haas, piano
© Deutsche Grammophon 1972
Y disfrútenme de la primavera. Aunque no se amorren a nada.