La primavera ha vuelto y lo ha hecho en la fecha en que suele hacerlo. Tranquila y sin alardear, ha tomado su lugar como cada año. De vuelta a casa ese ambiente de renacer, de luz y brillo. El mundo despierta después de meses sumido en el letargo gris del invierno.
Los días hermosos comienzan a instalarse poco a poco porque la primavera ha tocado a la puerta, sin embargo, en esta ocación no ha tenido el acostumbrado recibimiento, aunque se aprecia que nos da ánimos.
La primavera ha regresado en medio del sufrimiento, del dolor y la muerte y eso nadie podía imaginarlo. Un diminuto virus, de descomunal maldad, ha arrebatado el protagonismo al renacer, a ese que nos tiene tan acostumbrados el Planeta, porque la naturaleza nos mima y nosotros la destruimos sin piedad para satisfacer la ambición materialista.
El Coronavirus y la primavera se están dando la mano en esta ocación. La vida y la muerte se han juntado para recordarnos que, quizás, no somos gran cosa en el Universo. La creación y la destrucción se dieron cita en el 2020 y, ni el más experto de los videntes, pudo verlo.
Esperemos que la primavera extienda su renacer borrando asi, con certeza, el llanto que riega la tierra que cubrirá, gracias a los cálidos rayos de un sol que observa desde las alturas, el correr desesperado de la raza humana.
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