En Primavera me gusta pasear con mi cámara al hombro intentando rescatar algo bello.
Vivo rodeada de campo y pequeños pueblecitos diseminados por la zona y muy cercanos entre si.
La flor de la colza me sorprendió al llegar aquí, pues la desconocía.
De repente, los campos amarillos aparecían ante mi pletóricos de belleza.
Y también de amarillo se tiñeron los campos con la belleza de los girasoles.
Comprendo el empeño de Van Gogh en pintarles en Arles, e impresionar con una serie de cuadros a su amigo Gauguin como un gesto de amistad.
Para un hombre tan atormentado como él, el color amarillo era el emblema de la felicidad y necesitaba plasmarlo en sus lienzos.
Ese color representaba su mundo interior. El amarillo era para él, la vida, la luz, el color.
Así se lo manifestaba a su hermano Theo en una de sus cartas.
"Ahora tenemos un calor magnífico e intenso y no corre nada el viento, es el adecuado para mi. Un sol, una luz que, a falta de un calificativo mejor, solo puedo definir con amarillo, un pálido amarillo azufre, un amarillo limón pálido. ¡Qué hermoso es el amarillo".
Apenas se ven mariposas libando, por eso, nada más veo alguna, suelo estar largo rato tratando de hacer una bonita fotografía.
Como voy sola, puedo permitirme el lujo de ir a mi bola, como se suele decir.
Para hacer fotografías, o vas solo, o con alguien que le guste tanto como a ti y también lleve su cámara con la misma intención. Si no, es un rollo para el acompañante.
En silencio, y muy despacio, le robo su intimidad, antes de que se vaya de flor en flor.
Tampoco se ven muchas amapolas.
Pero su sencilla belleza me atrapa siempre.
Son muy sensibles y con un soplo de aíre se deshojan.
Los campos se llenan de los trinos de los pájaros que se posan en las ramas con sus maravillosos conciertos.
Es difícil captar una instantánea, pues nada más sienten el click de la máquina se alejan temerosos.
También el trigo comienza a hacer su aparición por los caminos.
Poco a poco se vestirá de oro la cosecha.
Me gusta al atardecer verlo bailar con el viento.
Me encanta el campo, aunque también tengo mi parte urbanita.
Donde vivo, tengo ambas opciones a un tiro de piedra.
Me gusta la vida.
Como dice una canción del Grupo Funambulista:
"A mi lo que me gusta es eso.
Ponerme a sonreír sin medida.
Mojarme hasta calarme los huesos.
Ay, a mi me gusta la vida"