Este año me he desvirgado en el Primavera Sound. Tengo que confesar que antes de los 30 he ido a pocos festivales, apenas me he drogado, todavía no he hecho el inter-rail, y ya no creo que lo haga. Aunque todavía puedo decir "Don't trust anyone over 30". He vivido el Primavera de jueves a sábado, el miércoles y el domingo los he dejado para los más valientes. Yo tuve suficiente, las plantas de mis pies y mi estado de hipotermia en algunos momentos del festival, también. El verano del 2011 cuando estuve en Londres, fui al Virgin Festival y recuerdo haber tenido más calor y haber visto más culos al aire. En los dos festivales había una noria, que mejor fotografiar que mirarla fijamente para no marearse, y en el PS la gente también hablaba raro. Es un hecho que el público del Primavera es mayoritariamente extranjero, británico, que hay pocos españoles y menos jóvenes porque la entrada va a precio de oro. Y todo no se puede.
Del jueves recuerdo con gran entusiasmo Tame Impala, el grupo del momento que nadie quería perderse y que había escuchado por primera vez en Berlin, hace unos meses. Estuve viendo el concierto en el pro al lado de J. de Los Planetas. También hubo el clásico The Postal Service que mejor escucharlo en la Razz hace unos años, que en concierto. Y me sorprendió Phoenix. Aunque tengo que confesar que me fui a casa taquicárdica y con los tímpanos rotos después de escuchar unas pocas canciones de Death Grips. Me encontraba en medio del concierto con cara de sufrimiento y tocándome el corazón para que no me saliera por la boca. No era la única, las personas de mi lado hacían caras de dolor y se tapaba los oídos. Decidí ir para casa y coger fuerzas para el viernes que había lo que para mí fue el concierto del festival: Daniel Johnston en el Auditorio Rockdelux. Fue maravilloso. Es cierto que la expectación era máxima, una cola interminable de gente que había reservado su asiento por anticipado. A las 19:30h salió Daniel al escenario con una camiseta de superman y hizo lo que sabe hacer: convertir en grandes las cosas pequeñas. Iba acompañado de la banda valenciana Betunizer que lo musicaron con admiración y aplausos como si fueran un espectador más del concierto. Daniel cantó a capela algunas canciones, desafinó en otras y terminó el concierto en alto con True Love. Y el público se lo agradeció puniéndose en pie. La verdad es que no sabes si el entusiasmo era por ver a un genio enfermo o a un músico que hace las cosas con sencillez, regalándote el corazón. Llegué corriendo al escenario Heineken, que estaba más A Tomar Por culo que el ATP y vi terminar a Django Django, bailongos y divertidos y recuerdo que iban uniformados. Después fue el turno de The Breeders, una banda clásica de rock de chicas en la que toca la bajista de los Pixies. Que supongo que era lo más destacable porque aquello que tocaban no llegaba a rock. Cerca, en el escenario Vice, empezaba la Bien Querida, entraron tarde y con mi canción favorita Fiesta. La empezaron tres veces y jamás llegó la vencida. Fue un horror, el peor concierto que he visto nunca. El chico que lanzaba los samplers se había quedado sin el efecto y parecía no encontrar la salida. No fueron nada profesionales, la chica de cuyo nombre prefiero no acordarme desafinó mucho en el inicio de las tres canciones que vi. Me quedé fría y me fui a cenar. Después por recomendación de Joan Pons, fuimos a ver Faunos 107, una banda de indie pop argentina. Éramos 20 personas mirando el concierto, para que después digan que en el PS todo es masificación. No es cierto. Puedes encontrar tu ruta pero yo ese día encontré amigas y fui a ver mainstream
James Blake y a Blur. Me lo pasé teta, bailé mucho, di saltos y grité más. YU-HU!!!El sábado quería ver Guadalupe Plata pero llegué tarde así que me pasé por el escenario kid, curioso y divertido para niños de 5 años que pintan mientras la banda toca y los padres tampoco escuchan porque solo miran los dibujos de sus hijos-futuros-artistas. ¡Todo una estampa! Lo mejor del día fue encontrarme con amigos, beber cerveza por 1€ y ver después de 10 años a una compañera de la facultad detrás de la barra. Vimos Betunizer cuando todavía hacía sol polar y empezó a atardecer con el #koniec de Chucho. Me gustó recordar nuestros inicios con Joan y ver que 10 años después seguimos en Barcelona. Estuvo bien ver de lejos The Oh Sees y ver de cerca Dead Can Dance. Cuando llegamos al concierto de Nick Cave, ya no había sitio. No se oía nada y se veía todo por una pantalla, al modo de la retransmisión de prensa de Rajoy sobre los papeles de Bárcenas. Así que decidimos largarnos y fue el turno de Los Planetas. Escuchamos el disco "Una semana en el motor de un autobús" que celebraba el 15 aniversario del indie nacional, que algunos destacan como disco generacional. Y después de eso, me fui a la cama. No vi salir el sol ni me quedé a las sesiones de los dj. No gracias, el año que viene ya veremos que sigo arrastrando el cansancio. El sábado me pareció el día más flojo y seguiremos buscando a Sugar Man.
Por curiosidad he leído la crónica del escritor Javier Calvo y apenas coincidimos en algo pero menciona como el mejor concierto del festival Dead Can Dance, lo tenía justo delante y lo venía bailar moviendo la cabeza rapada que lo caracteriza. "Rock gótico de Oriente Medio, místico y oscuro, tan oscuro de hecho que a veces, sobre todo en vivo, puede dar bastante miedo. Dead Can Dance es música para egiptólogos dementes que se han pasado demasiado tiempo en la Biblioteca de Miskatonic estudiando libros prohibidos". Y otra verdad como un templo que escribe es "definitivamente en 2013, hay algo increíblemente equivocado y espantoso en el pelo de Nick Cave. El pelo de Cave solía molar". Mi don't del festival es para el colega que el viernes buscaba a la persona equivocada con una rayo de girasoles y que ha sido #top5 en la lista #dosdontsps13 de #vice