28 de diciembre de 1895, en el Salón Indien del Gran Café del bulevar de los Capuchinos de Paris. Asistieron 35 personas, entre ellas Georges Méliès mago de profesión, que intuyó inmediatamente el potencial de un nuevo invento el cinematógrafo.
“Los señores Lumière de Lyon ayer por la noche habían invitado a la prensa a la inauguración de un espectáculo extraño y nuevo, cuya primera exhibición había sido reservada al público parisino. Imagínese una pantalla ubicada en una sala por cierto no demasiado grande. Sobre la misma aparece una proyección fotográfica. Hasta aquí nada nuevo. Pero, de repente, la imagen de tamaño natural, o reducida, según la escena, se anima y se hace viviente. Hay una puerta de una fábrica que se abre dejando salir una multitud de obreras y obreros, algunos en bicicleta, con perros que corren, y coches; todo se anima e inquieta. Esto representa la vida misma. La fotografía ha cesado de fijar la inmovilidad. Cuando estos aparatos sean de público dominio, cuando todos puedan fotografiar a los seres queridos no ya en forma inmóvil, sino en el movimiento de la acción de sus gestos familiares y con las palabras a flor de labios, la muerte cesará de ser absoluta”.
(Pincha en la imagen para ver “La salida de los obreros de la fábrica Lumière – 57 segundos”)
Sacado del libro: Orígenes del cine – Europa y otras cinematografías (Páginas 15 y 16)