Aquel capítulo me hizo mucha gracia por entonces y no le di más importancia hasta que, años más tarde, comprendí toda la sabiduría que se escondía en él al sucederme algo muy parecido... de lo que no hablaré aquí porque nunca se sabe quién te puede estar leyendo. xDDD
Y es que, como hace poco leí en un post genial del blog de Pétalo, cuando la otra persona no viene bien enseñada de casa nos encontramos con una situación complicada en la que entra en juego nuestra paciencia y voluntad. Porque hay algunas personas que lo llevan mejor, pero otras claramente no le ponen ningún empeño en aprender. Si con 15 años, edad en la que la mayoría todavía son inexpertos e inocentes, no consigues que le tiemblen las rodillas con un beso, vale; pero que con 25 no sepan que el beso-vaca no es agradable o que el exceso de babas puede ahogar a alguien... es ya tremebundo. No sé qué pensar con respecto a ellos: ¿es que nadie te ha dicho lo mal que lo haces, o te lo han dicho y te importa un huevo? ¿Es que no prestas atención a lo que hacen los demás? Hay que ser más curiosos, hombreya.
(Ojo, no se crean que tan sólo hablo de los hombres, que en esto de besar hay tantos hombres como mujeres que deberían rellenar cuadernillos Rubio)
Y qué queréis que os diga. Llamadme furcia, mala mujer, lo que queráis. Si alguien pasara de mis rizos porque beso fatal lo entendería perfectamente, ojo. Lo entendería y me metería a monja, aunque ese es otro tema xDD Pero a mí esto de ser profe a los 30 se me da regulero. No soy capaz.
Y por eso yo también les tengo pavor a los primeros besos.