Hoy es el día mundial del Síndrome de Down.
Ya sabéis que La Niña tiene este síndrome. Exactamente “padece síndrome de Down, pero no es gilipollas” (La Niña dixit a su hermano, cuando hace años él le quiso hacer la envolvente de cambiarle su discman antiguo por el nuevo que le habían regalado a ella)
Explicar lo que significa tenerla a ella sería complicado, porque es una experiencia que si no la vives desde dentro ó desde cerca, te resulta difícil describir.
Sobre La Niña se podría escribir un libro. Desde sus ganas de vivir a pesar de todas las dificultades hasta las innumerables anécdotas que ha protagonizado.
Su manera de ver el mundo nos ha descubierto una forma diferente de vivir y una escala de valores que nada tiene que ver con la convencional.
La alegría tiene un sitio preponderante en su vida y se expresa sin cortapisas. Ella nos ha enseñado miles de motivos para la alegría en nuestras vidas y tiene la magia de que, por muy mal que te sientas, siempre consigue descubrirte un motivo para sonreir.
Siempre está pensando en los demás. Le preocupa enormemente que los que la rodean estén bien. Como aquella vez que con cinco años se nos perdió en un VIPS de Madrid y cuando ya, desesperados, salimos a la calle a buscarla, la encontramos sentada en el suelo con un mendigo que había en la calle con letrero y todo y allí estaba ella con sus coletas pelirrojas, sentada en la manta del mendigo diciéndole:
-¿Taz tizte? ¿Poqué taz tizte?
Y claro, el mendigo con cara de circunstancias y yo sacudiéndole las bragas a la maldita niña y mirando aquella manta y calculando cuantas veces tendría que bañar a la criatura…
Es una persona que disfruta absolutamente de lo que tiene, siempre aspira a más y desea mejores cosas, como todos, pero siempre disfrutando de lo que tiene en ese momento y no dejando que la falta de ello, le impida disfrutar de lo que tiene. Parece algo fácil, pero no lo es y ella te lo enseña con su actitud diaria, porque no es conformismo, no. Es algo diferente y mucho más inteligente.
Tiene la llave de la autoestima, como la vez que se empeñó en comprarse para un fin de año, un vestido negro de lycra, palabra de honor en Zara. Se metió en el probador con una talla 42 del vestido de marras y yo le dije al Consorte que se fuera a buscar un lanzallamas para quitarle el vestido a La Niña luego. Probador abarrotado de mujeres jóvenes, delgadas y todas indecisas si la prenda les marcaba la tripa, si les hacía caderas, si… Y allí salió ella, que había convertido una talla 42 en una 56 en un santiamén. Se miró al espejo, se paseó por la zona como si fuera una top model y cuando el Consorte le dijo que estaba muy guapa, ella le devolvió una sonrisa y le dijo: “estoy guapa y fantástica”.
Yo solo podía pensar en cómo coños íbamos a lograr sacarla de aquel saco de lentejuelas.
Alguien puede pensar que es falta de sentido del ridículo y sí, así es. Es sencillamente decirte a ti misma que porqué no vas a poder llevar algo que te gusta, por el simple hecho de que los demás piensen que tienes que ser de determinada manera para ponértelo. Por esa regla de tres, nunca hubiera podido tener un trabajo, porque no está supuesta a tenerlo, ó nunca hubiera podido utilizar un ordenador, porque no está supuesta a ser capaz de ello, ni a tener un Smartphone, ni a ir en transporte público, ni salir con amigas, ni…
Ella nos ha enseñado que los límites son disculpas que nos inventamos los cobardes.
Dicen por ahí que son seres diferentes y creo que tienen razón. Son diferentes porque consiguen que los que convivimos con ellos nos hagamos diferentes.
Te queremos Princesa Down.