Revista Literatura

Principio: versión Yo en presente

Publicado el 15 julio 2012 por Mariaripollcera @Idelfonsa

El fuego obra el milagro de ver golpe a golpe cómo se doblega ese hierro recogido hacía tiempo de alguna obra abandonada, en lo que se empeña mi imaginación. Estoy fascinada, y cansada. Habría que reavivarlo para seguir y esa cabeza de dragón que había empezado a asomar se podría dar por terminada. Estoy realmente cansada.

Ni me saco el mono. Y eso que me había impuesto a mí misma como norma llegar como mujer a casa. La hora y el trabajo pesan en mis párpados (Averiguar cómo se apaga el fuego). Busco las llaves del coche y me voy, no recuerdo ni si llego a cerrar el cerrojo o apagar la luz.

Enfilo por la solitaria carretera que me lleva a casa a través de pueblos dormidos y campos abonados por una luz de la luna algo mortecina para principios de verano. Me encanta conducir por estas carreteras aunque esté dormida. Parece todo tan inocente pese al acoso de las lechuzas a animales indefenso. Con la ventanilla bajada me dejo llevar por los sonidos nocturnos y el frescor del aire, ahhh, lo neceso tras tantas horas detrás del fogón/carbon/?. Mi mono chamuscado no deja de recordármelo.

En una curva particularmente cerrada, el motor deja de funcionar. El coche aún avanza unos pasos antes de detenerse, ante mi tardía comprensión. Esto sí es grave, muy grave. No puedo creer mi mala suerte, aunque sepa que no se deba a la suerte. Mi cuerpo no puede llevarme hasta casa, aunque esté a cinco kilómetros. Miro a mi alrededor, en busca, no sé, de un caballo semihumano o un centauro, qué sé yo. Necesito creer en un milagro. Pero ahí estoy, en medio del bosque, con una semiluna, cero de energía y nada de gasolina.

Night Route

Necesito estar horizontal así que cierro la cremallera del mono lo que me permite su cremallera rota enganchada en cabos sueltos de grasientos costurones y empiezo a despejar de hierros el asiento de atrás para tumbarme, cuando oigo un coche detenerse más adelante, en sentido contrario. Aguzo los oídos, y sólo se oye la noche, pero estoy segura de haberlo oído. No muy lejos hay una masía, podría haberse dirigido a ella, aunque vería sus luces. Me habré engañado, no tiene sentido, pero mi última esperanza me obliga a salir del coche a investigar esa oportunidad de dormir caliente y cómoda.

Camino unos pasos y al completar la curva veo, oh sí, un coche detenido en el arcén, allí donde se ensancha para abrirse al camino hacia la masía objeto de mis anteriores conjeturas. Un coche a oscuras, completamente detenido. ¿Pero qué rayos hace allí ee coche? Me acerco, y entonces comprendo. Un brazo se extiende en el asiento trasero con algo en la mano. Joder, ¡a estas horas! Menuda estoy yo para tales vaivenes, pero esta parejita me va a salvar la vida. Así que me acerco y con mucha suavidad, mucha suavidad, para no asustarlos, golpeo con los nudillos el parabrisas delantero mientras trato de sonsacar una sonrisa a mi cara. El coche tiembla ligeramente y nada más sucede a partir de entonces. El silencio es ahora SILENCIO.

Vuelvo a golpear con los nudillos,  suave, suave. ¿Me habré equivocado de impresión? Me acerco a mirar el asiento trasero, pero la escasa luz lunar apenas me permite distinguir dos cuerpos amontonados. “Hola -les digo-, por favor, necesito ayuda, me he quedado sin gasolina”. Pero deben de haber muerto del susto. Ni un suspiro. Meneo un poco el coche mientras les pido “por favor por favor” pero no consigo ni que se les escape un pedo. Consciente de que se esta convirtiendo en peor noche para ellos que para mí, continúo carretera abajo, a pie, dispuesta a llegarme hasta casa y palpando, eso sí, mi mugriento bolsillo, no vaya a dejarme las llaves de casa en el coche.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Mariaripollcera 13 veces
compartido
ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta

Dossier Paperblog

Revistas