Entregarme a la insana molicie intelectual. Ese es mi propósito. Sobrevolar los acontecimientos no me permitirá percibir el todo que quiero abarcar. Debo elevarme aún más. Pero solo lo haré de noche para no sufrir, como Ícaro, las felonías luminosas de nuestra incandescente amiga y abatirme en la corteza de la naturaleza, desarmado, roto y sin oportunidad de remontar el vuelo.
Mientras tanto aproximaré mis ojos (todos) a la intranscendente ordinariez de lo cotidiano y rebuscando en el arcón de mis palabras, elegiré las más vacías para determinar el impacto de los comportamientos ajenos en mi propio devenir.
© José Antonio Ferrández
Una pausa: Leo Sayer y sus deseos de volver