Revista Diario

¿privatizar lo público?

Publicado el 17 noviembre 2010 por Quique
Alaska, 16 de noviembre de 2010,
Decía hace poco Eric Maskin, premio Nobel de economía, que al recortar gastos, España hace justo lo contrario de lo debido. Yo no soy economista. Pero Maskin, equivocado o no, cuestiona un lugar común utilizado actualmente por los políticos  y aceptado, casi sin rechistar, por la ciudadanía. El de que en situación de crisis hay que recortar la inversión pública. Maskin también nos recuerda otra cosa: las cosas hay que demostrarlas con hechos, porqué si no se convierten en pura retórica y cháchara electoral. De momento los hechos le dan la razón.Lo mismo ocurre con la privatización o concertación de servicios en los servicios sociales. En época de crisis es todavía más fácil defender la privatización con el lugar común de que el sector privado es igual o más eficiente, a más bajo coste, que el sector público . Pero eso, la eficiencia y la economía, hay que probarlo. No basta con las buenas intenciones o los discursos con pretensión de modernidad. Sobre todo para que no nos pase como al sistema sanitario en Estados Unidos que es privado, caro e ineficiente.
La empresa privada que ofrece servicios de carácter social y también todo lo que se conoce como el tercer sector, tiene todo el derecho a ofrecer sus servicios en un sistema de mercado como el nuestro e incluso a competir con el servicio público (un claro ejemplo son los servicios privados de terapia que compiten, con mucho éxito además, con los servicios públicos de salud mental).  Pero cuando esa actividad se sostiene sólo con dinero público, la actividad sigue siendo, se la llame como se la quiera llamar, un servicio público, con todos los niveles exigibles de rigor y transparencia.
En teoría, la empresa privada y el tercer sector pueden ofrecer algunos pluses que justificarian que fueran ellos, y no la propia administración, la que gestionara algunos recursos. Se me ocurren algunos: creatividad, independencia, profesionalidad, reducción de costes, flexibilidad. Creatividad: Quizás una cooperativa, empresa o asociación menos encorsetada por la burocracia administrativa, puede ofrecer proyectos y soluciones alternativas a los problemas sociales en los que la administración no había pensado nunca. Independencia: También puede ofrecer una cierta independencia a la hora de realizar sus actividades, cuyos objetivos estarían marcados por la eficiencia y buena atención al ciudadano, y no tanto por presiones políticas. Profesionalidad: En tanto que mentalidad de empresa privada, aunque fuese sin ánimo de lucro, se le podría suponer que elige a  los mejores profesionales para desempeñar cada responsabilidad, y que esa elección no está marcada por el amiguismo  o el interés político, cosa que ocurre con mucha frecuencia en la administración. Reducción de costes: Una estructura menos encorsetada y burocratizada que el sector público podría eliminar costes innecesarios.Flexibilidad: Finalmente, pueden ofrecer servicios y atención al ciudadano con horarios más competitivos que los de la administración.
Pero vuelvo a Maskin, el premio Nobel. Todo esto hay que demostrarlo. Empezando por la administración que subcontrata y terminando por la organización o empresa privada que lleva a cabo la gestión. Mi experiencia es que estos teóricos pluses se cumplen muy poco. Muchas veces la administración recurre a la concertación  de servicios sólo porque resulta más barato. Efectivamente, muchas organizaciones del tercer sector reducen costes, pero lo hacen por el lado que no deberían hacerlo; recortando gastos que suponen una merma en la calidad de la atención al ciudadano (sueldos bajos, precariedad laboral,  recursos materiales pobres, etc). Y si el recorte empieza por aquí, casi  todo lo demás (la creatividad, la independencia, la profesionalidad) cae como un dominó. En vez de eso, y fruto de no poder tener a los mejores profesionales, o de tener a profesionales descontentos, acaba ofreciendo otros pluses más indeseables: precariedad, ineficiencia, inestabilidad, bour nout, etc. Lo que también querría decir que la broma nos saldría cara a todos.La administración debería saber (una frase retórica: lo sabe de sobras), que gestionar bien un recurso o llevar a cabo un buen proyecto comunitario nunca es barato. Tampoco tiene que ser caro, eso sería un juicio de valor, nunca mejor dicho. Tiene el precio que tiene. Y los profesionales que lo llevan a cabo y los medios con los que cuentan valen lo que valen. El mismo precio, como mínimo, que la administración estaría dispuesta a pagar si el recurso lo gestionara ella.
Lo que me lleva a otra reflexión que  merecería otro artículo. ¿Porqué la administración no puede ser tan excelente como cualquier otra empresa? Yo creo que sí, que lo puede ser. En ocasiones lo es. Pero, en muchas más, se muestra como un monumental dinosaurio. Es una pena. Yo defiendo un Estado fuerte, y eso, la excelencia del servicio, también es Estado. Puede hacerse. Muchos ayuntamientos tienen un personal de servicios sociales excelente, con recursos, formación y ganas. Pero, en vez de motivarlos, algunos de ellos se dedican a buscar (y pagar) fuera lo que ya tienen en casa. La administración se comporta, en ese sentido,como un gran crematorio de mentes creativas e ilusiones. Sus estructuras piramidales suelen ignorar al técnico de base, convertido en un "machaca" a sus ojos, mientras lumbreras sin lumbre, sin contacto con la realidad ni con el suelo que pisan, se dedican a devorar recursos públicos desde sus despachos, diseñando proyectos que no había pedido nadie.
Podemos, si nos dejan hacerlo.Continuará...http://factorialossanchez.blogspot.com

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