Estas pasadas vacaciones en Gijón utilicé una cámara desechable que encontré por casa, llevaba caducada más de 6 años. Estaba intrigado en usarla y ver sus resultados. Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que este tipo de cámaras era lo más común entre los turistas. Sino recuerdo mal fue en la época de transición entre lo analógico y lo digital, poco antes de que la gente de a pie pasará de ver sus fotos en negativos a verlas en el ordenador.
Sin embargo, esto de las cámaras desechables no es tan moderno. Esto ya ocurrió en otro periodo de transición en el mundo de la fotografía. Fue cuando el arte de captar la luz no estaba al alcance de la gente de clase media esos lejanos tiempos en los que hacer una foto suponía llevar una maleta que parecía la de la mudanza o llevar una mula que cargará todo el equipo. Hasta que llegó la empresa Eastman Kodak Company y creó la cámara Kodak Vista 100 en 1.888 con un singular eslogan: “usted aprieta el botón, nosotros hacemos el resto“.
Esta máquina tuvo un gran éxito comercial gracias a que sustituía las placas de cristal empleadas hasta el momento por el carrete de papel. Las bobinas de esta cámara hacían 100 fotografías y después se mandaba la máquina entera a la empresa para que al cabo de unos días te la devolvieran con un carrete nuevo y con las copias del anterior. Esto supuso que la fotografía estuviera al alcance de todo el mundo. Algo similar sucedió con estas cámaras que costaban menos de 10 euros y eran unas todo-terreno.
Hecho un poco de historia, yo me llevé mi desechable de vacaciones con el objetivo de realizar los 27 disparos y ser sorprendido con el resultado. La llevé todos y cada uno de los días en mi bolsillo dispuesto a fotografiar todo aquello que se pusiera delante de mi objetivo. Al llegar aquí, realicé el revelado pero sin pedir las copias escaneadas por el alto precio que tienes que pagar por ellas.
Así que para ver el resultado me las he tenido que ingeniar para hacer el “escaneo” de forma casera. Tras mucho trastear por Internet encontré algo que no era perfecto, pero si válido. Digamos que el escanear unos negativos en color en casa no da tan buen resultado como cuando lo haces con unos en blanco y negro. Seguro que los más acérrimos a la fotografía dirán que las imágenes que mostraré no tienen la calidad suficiente y estoy de acuerdo, pero para eso tengo los negativos guardados, por si en algún futuro tengo la ocasión de obtener un resultado más satisfactorio. En una futura entrada contaré mi experiencia de este escaneo.
Cuando descubrí la cámara en casa en seguida pensé “al estar el carrete caducado obtendré unos resultados lomográficos y cosas extrañas”. Y así fue. Pero eso no se me ocurrió cuando estaba en la tienda echando un ojo a los negativos y en más de una imagen se veía una especie de sombra en el lado derecho. Lo primero que me pasó por la cabeza fue “menudo inútil soy, el dedo sale en un montón de fotos”. Después, de un par de minutos mirando la película con frustración recordé que podía ser parte de los efectos del carrete.
No es que haya sido una experiencia para repetir, para disparar en analógico ya tengo mis cámaras. Pero fue curioso tomar fotografías con esta simpática máquina ante la mirada de la gente que no daba crédito al verme con algo tan “fuera de onda”. Sin lugar a dudas me quedo con el momento en el que me paseaba con mi desechable por el parque Isabel la Católica de Gijón, donde había tres fotógrafos con unos equipos que solo el objetivo valía más que todo mi material fotográfico. La vida está llena de contrastes.