He estado desconectada del mundo blogueril porque no lo estamos pasando muy bien últimamente. Valeria siempre ha sido una niña extremadamente nerviosa, puro movimiento. No es capaz de estar quieta un segundo, incluso a la hora de ir a dormir no puede parar de mover brazos y piernas. Cuando era muy bebé, para ayudarla a conciliar el sueño por las noches (porque por el día se metía tremendas siestas acurrucada en el portabebés de turno), teníamos que sujetarle brazos y piernas, porque era incapaz de parar. Durante un tiempo estuvimos utilizando la técnica del swaddling, que nos fue muy bien, hasta que llegó un momento en que ya se movía demasiado y se soltaba ella misma.
Ella duerme con nosotros y desde hace unos meses, no tiene problemas habitualmente para coger el sueño, tiene su rutina establecida de baño, cena y biberón, el biberón se lo damos en la cama, a oscuras y en ese momento es cuando se relaja completamente y se duerme. Por la noche se despierta varias (muchas) veces y para volver a dormir necesita su biberón, que siempre se lo hemos dado a demanda, así que ella nunca ha tenido su patrón de biberón cada X horas ni ha dejado de tomarlo por las noches, me parece que es bastante parecido a un bebé que tome pecho, con lo cual estamos muy satisfechos.
A lo que iba. Hace cosa de dos meses o así empezó a presentar crisis de llanto en mitad de la noche. Se despertaba llorando y no quería biberón, ni quería chupete, ni brazos, ni nada. Cualquier cosa que le ofreciéramos, acrecentaba su llanto, incluso el simple hecho de que le habláramos, hacía que se enfadara más, llorara más fuerte y se tirara de espaldas sobre la cama. Si la cogíamos en brazos, arqueaba la espalda y pateaba para que la soltáramos. La única manera que encontramos de sobrellevar la situación fue dar la luz, traerle un biberón, un vaso de agua y varios chupetes y dejarlo todo en frente de ella, sentarnos a su lado y esperar a que se fuera calmando sola. Entonces, cogía lo que le apetecía, normalmente un chupete, y en ese momento aceptaba que la volviéramos a tumbar y apagáramos la luz y ya se dormía. Estas crisis podían durar de 10-15 minutos a dos horas.
Por consejo de unos amigos, la empezamos a llevar al osteópata, pero el problema, lejos de mejorar, empeoró, estaba más nerviosa y las crisis nocturnas cesaron, sí, pero fueron sustituidas por desvelos de tres horas absolutamente cada noche. Sin fallar, se despertaba a la 1 de la madrugada y se quedaba despierta hasta las 4, al principio sin llorar, luego ya, desesperada por el sueño, llorando a gritos. En esas tres horas intentábamos de todo, biberones, chupetes, paseos, baños tibios, masajes relajantes, cuentos, mimos, canciones de todo. Y absolutamente nada servía. Hacia las 4 de la mañana, por fin, lograba quedarse dormida con un biberón. Por la mañana se despertaba a la misma hora que siempre y tampoco compensaba durmiendo más en la siesta, así que estaba irritable y de mal humor todo el día.
Probamos el masaje hindú y la tila. La cansábamos durante el día, le dábamos más mimos de lo habitual y nada. El sueño empezó a afectarnos. Como tenía que pasar la mitad de la noche en posturas imposibles sujetándole los brazos, me dio una contractura dolorosísima que he tenido más de un mes y solo he logrado que mejorara con medicación. Una noche me sorprendí a mi misma gritándole que hiciera el favor de callarse y dormir, y no me gustó nada. Decidimos llevarla al pediatra.
La llevé el lunes y nos mandó unas gotas, un antihistamínico con efecto sedante, para que se las diéramos durante dos o tres semanas y que la ayudara a recuperar el patrón de sueño. No me gustó nada. En casa somos de medicar lo menos posible, pero nos vimos acorralados. Lo habíamos intentado todo y nada servía. Y no era solo que nosotros necesitábamos dormir, es que Valeria pasaba los días agotada y de mal humor. Me costó muchas lágrimas la decisión, pero le dimos las gotas, algo que nunca pensé que haría y que en alguna ocasión he criticado, no me parece una buena opción. Pero ante nuestra situación desesperada, era lo mejor que podíamos hacer, nunca pensé que pudiéramos llegar a una situación tan límite.
Valeria sigue nerviosa, pero he de decir que duerme mejor. Se sigue despertando muchas veces por la noche a comer, pero al menos no hay crisis de llanto ni le cuesta conciliar el sueño. La veo más feliz durante el día.
Yo me siento terriblemente culpable. Le estamos dando menos de la dosis mínima que recetó el pediatra y la idea es retirarlo cuanto antes, pero aún así, odio estar haciendo esto. Pienso qué necesaria es una tribu para cuidar a un niño, cuánto más sencillo sería con más apoyos.
Y así ando estos días, desconectada y enfadada conmigo misma. Espero que esta situación pase pronto.