Por entonces el párroco del pueblo era Don Lázaro Gordo natural del pueblo de su madre, con el que tiene una enorme amistad y que le nombra sacristán. Entre las tareas del sacristán se encuentra la de cantar la misa de réquien en los entierros, y un dia a Don Lázaro se le ocurre la genial idea de organizar un concurso de canto entre él y su amigo. El premio consistia en una preciosa bicicleta, juguete inalcanzable para la mayoria de los niños de aquella época.
Cuando me cuenta esta anécdota, pone cara de niño reviviendo aquellos instantes. El trato era, que quien mejor cantase ganaria el premio. Los chavales pusieron todo su empeño en la labor procurando cantar mejor que nunca. Era tal la concentración, me dice Procopio, que le parecia que se iba a levantar el difunto y aplaudirles entusiasmado.
Cuando hubo finalizado el funeral, Don Lázaro, les convoco para darles el resultado del concurso. Les cogió a cada uno de una mano y levantandolas al unísono dijo en alto el nombre del ganador. Mi corazón latia con fuerza, me cuenta Procopio. Su alegria fue inmensa al escuchar su nombre.
Con aquella bicicleta fué el niño más feliz del mundo.
A Don Lázaro venimos
los acólitos de Guardo
para que el dia de Reyes
nos reparta el aguinaldo.
Siempre conservó una gran amistad a lo largo de su vida. En la fotografia se le puede ver con él, su madre y sus hermanas.
Con doce años entra de aprendiz en el taller de carpinteria de Cándido Tejerina Reyero. Y es allí donde poco a poco va encauzando su vocación profesional. Es responsable, perfeccionista, tiene cualidades artísticas, y encuentra en el arte de trabajar la madera, una manera de dar rienda suelta a su alma inquieta. Me dice como en confidencia, que le hubiera gustado estudiar una carrera, pero no tenia medios.
Solian hacer puertas, ventanas, cajas de difuntos. Me cuenta que una vez se habia muerto alguien del pueblo y estaba terminando su jefe la caja para enterrarle, pero se tuvo que marchar por algo urgente dejando a medias el encargo. Ante la urgencia de terminarla, le dejo a él la tarea. Se puso manos a la obra haciendo su primer trabajo importante, Hasta se emociona al recordarlo, mientras la iba pintando, le ponia el crucifijo y demás, veia mas clara que nunca su vocación profesional al encontrarse con aquella madera que iba dando forma con sus manos. Eso si, no podia evitar estremecerse pensando donde iba a ir a para su trabajo.
A los 21 años se traslada a Bilbao buscando establecerse en busca de un futuro. Vive con su madre y sus hermanas. Encuentra trabajo en Entrecanales y Távora como ebanista en los Astilleros Españoles en acomodación de buques, se encarga del mobiliario de los camarotes. Allí se va reforzando más y más su pasión por el trabajo de carpinteria y llega a ser un profesional muy competente y querido.
Cuando llegamos a este punto, este hombre de mirada serena y profunda, baja su voz que se hace más cálida si cabe. Cuando tiene 26 años y toda una vida por delante, el destino le tiene reservado un terrible acontecimiento que cambiará su vida para siempre.
Un camión pegó un golpe a una máquina y la volcó pillandole a él y a otra persona que murió en el acto. Como consecuencia del accidente le tuvieron que cortar las dos piernas.
Son momentos muy duros, durísimos...
Estuvo seis meses ingresado en los que se temió por su vida más de una vez. Sus ojos tienen un brillo especial cuando me cuenta emocionado estos retazos de su historia. Tiene una dignidad enorme, no tiene complejo de víctima, se podia decir que yo también siento una emoción especial y no se como aliviarle.
Regresa a Guardo una vez recuperado, y ayudado por dos prótesis para caminar, abre un taller de carpinteria y se refugia en su trabajo intentado olvidar todo el dolor pasado.
La gente le encarga trabajos que él va perfeccionando con ilusión.