Revista Talentos

¿Prohibir o desear?

Publicado el 24 abril 2015 por Isabel Topham
Me hace mucha gracia que, desde pequeñitos, nos estén diciendo (sea quien sea) que nadie es superior ni inferior a nadie, que todos somos iguales en cuanto a igualdades, derechos y obligaciones; y, en cambio, conceden más importancia a algunas materias que a otras. ¿Por qué lengua, matemáticas e historia son más que Educación física y la música? Y no es por quitar importancia, sino en dársela justo a las que son de supuesto menor valor. ¿De verdad creéis que la Educación física no tiene sentido impartirla, cuando es la única materia que te enseña a llevar una vida sana; o que la música no tiene tanta importancia como las matemáticas cuando forman, incluso, uno de los siete arte universales? Será, quizá, que por eso nos empeñamos en catalogar a los profesionales por sus respectivos oficios. Los artistas, vagos. La carrera de magisterio es demasiado fácil de estudiar; mientras que nosotros los publicistas, manipulamos.
La educación lo es todo y, por centrarnos, exclusivamente, en el conocimiento se nos olvida ponerlo en práctica (como bien expuso en su pensamiento un pedagogo brasileño, Paulo Freinet, quien habla de la concientización de los pueblos tomándolo como fin último de cualquier proceso de alfabetización, y teniendo total libertad para transformar la realidad). De nada sirve explicarle a un niño que fumar es malo, si está harto de ver a su padre con un cigarro en la mano. Al igual que, si un padre le dice a su hijo que no pegue a su hermano y, seguidamente, le da un guantazo. Ahora bien, pregunto: ¿cómo quieres que te crea si no te crees ni tú mismo? por tanto, y aludiendo a un ejemplo que me explicaron un día, si de verdad quieres que tu hijo coma sano, no le des vía libre, es decir, no preguntes "¿qué quieres de postre?"; sino da alternativa, como, puede ser, "¿qué prefieres: peras o manzana?" Ya que, se verá obligado a contestar una de las dos opciones, aunque con libertad. A su vez, el aprendizaje es un proceso dinámico que se construye desde el propio individuo y depende indisolublemente de su contexto. Nunca se impone desde fuera, sino se construye desde el interior. Entonces, habrá que plantearse cómo cambiar el mundo con ese potencial de habilidades a nuestro favor; ya que, hay personas, sin bienes materiales, que son felices; y quienes están llenos materialmente, están sumamente amargadas.
Somos un conjunto de influencias y, por tanto, dará lo mismo si me dices una cosa (como bien he expuesto en los dos ejemplos anteriores) si luego tú lo haces, lo haré yo también ya sea a corto o largo plazo. Educar desde la observación, e incluso desde nuestra propia experiencia. ¿Para qué prohibir un hecho o deseo si cuánto más prohibamos más incitamos a ser deseado? Si, de verdad, quieres que tu hijo no haga algo háblale tan bien de ello que se le quiten las ganas de hacer tal cosa. Me explico, y poniendo de ejemplo uno de los temas tabúes de esta sociedad, el sexo, si no quieres que empieza ya, desde tan temprano en él, no evites hablar del tema. Al fin y al cabo, cuánto más nos alejemos para que no ocurra antes sucederá, y viceversa.
Por otra parte, nos hemos acostumbrado a castigar, castigar y reforzar el comportamiento negativo del individuo. Por ejemplo, al llevar un suspenso a casa tus padres te castigan, sistemáticamente; pero, ¿qué pasa al contrario, al llevar un aprobado (e incluso, notable o sobresaliente) a casa, recibes algún premio? Lo más probable, y comúnmente, te digan que tu obligación es aprobar. En ese caso, y si de verdad mi obligación fuese aprobar, al suspender ya estaría recibiendo un castigo y, por tanto, vería inútil el hecho de recibir otro más; pero, según mi criterio, tan estúpido es el castigo como la recompensa. Por qué no ser publicitarios, aunque sea sólo por una vez, en lo que seamos, y siguiendo con el ejemplo (y con la materia) me voy a centrar en el profesorado (y padres), ya que ¿qué es mejor obligar, o desear las propias obligaciones? Al igual que no sirve para nada sembrar un campo sin arado, de nada sirve enseñar a quien no tiene interés en aprender. Antes de que el conocimiento pueda ser industria de la educación deberá ser industria del deseo ya que es ahí donde se encuentra el interés del alumno implicando a su vez, el esfuerzo del mismo en el trabajo diario.

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