Revista Talentos

Promesa

Publicado el 15 febrero 2015 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro
Promesa

Promesa

Micaela y Pedro se conocieron un verano, pero ya se conocían de antes, de niños, de jugar en las puertas de distintas casas, en distintos barrios, tal vez habían compartido algún baile del club. El amor se fue dando de a poquito, Pedro era un muchacho tímido y enamoradizo como cada chico tímido. Micaela era linda como todas las adolescentes, claro que ella fue la primera en declarar el amor. Con la práctica Pedro fue mejorando y fue amando mejor, o por lo menos de una manera más convencional a lo que en género está bien visto. Tuvieron momentos de plenitud, otros de descubrimiento, de apoyo incondicional, de miedo. Estuvieron mucho tiempo, aunque aclaro que para quien relata una relación de un día puede ser tan significativa como las bodas de oro, da igual alimentar a los detalles consignando días, meses y horas, mucho tiempo es una definición que cae como anillo al dedo, fue mucho tiempo, demasiado. La infinitud que se siente en la juventud, lleva al derroche, a no encontrar la medida justa. Tal vez si la noción de la suficiencia nos llegara antes miles de historias de amor estarían vigentes, dejarían de engordar paginas amarillentas, estas historias no tendrían sentido, esos enamorados no necesitarìan recordar, serían felices. Disgresiones aparte, el cansancio entre Micaela y Pedro, que los llevó a  tomar la decisión de separar sus caminos, no los cegó, tuvieron la lucidez de procurar no verse nunca, hasta que el destino decidiera. La juventud tiene la obligaciòn del futuro, de no pensar en él, confiar en lo que pasará, el futuro y el destino los cuidan , es una relación de conveniencia, se necesitan recíprocamente.
La vida sin el otro es distinta para el hombre, Pedro no pudo sacarse las ataduras de la fidelidad durante un tiempo, actuaba igual, rehuía a las mujeres, pasaba solo los sábados por la noche, día internacional del amor fugaz. Tras varios intentos de emparejamiento dentro de sus circulos, intentos en los que las minas huían al enterarse la seriedad de la relación propuesta, Pedro encontró una muchachita artista para pasar tardes hablando de Rimbaud. ¿Era lo mismo? Claro que no, pero el lucharía por transformar a esa chica en Micaela poco a poco. Ella era más sana, se conformaba con enseñar a Pedro a bajar la tabla del baño.
Micaela, dió cada paso después de Pedro con solemnidad, ningún tipo de los que le querían encajar las amigas le parecía una décima de lo interesante que era su ex compañero. Micaela, a diferencia de Pedro, tuvo mas sexo con extraños, tal vez por una moda, por la vanguardia feminista , equivocada a mi modo de ver, de evitar verse como una santa. Cansada de preocuparse por los evatest, encontró un tipo que no valía mucho pero estaba domado. Era aburrido: sí, pero hay personas que disfrutan exclavizar, disponer por capricho a gusto y placer.
El tiempo fue llevándolos a cambiar sus círculos, cambiar sus barrios, preocuparse por cosas más aburridas como llegar a fin de mes o encontrar un alquiler que se pudiera pagar, o que el departamento tuviera luz natural (cualidad que no me parece vital). El destino corrió, el futuro les fue llegando de a poquito, casi todos sus planes se frustraron, el primer hijo de Micaela se llamó Ayelén y no Joaquín, Pedro vió morir a sus padres sin darles nietos.
Una tarde, de esas tardes noches de verano en las que el viento sopla, lo dos se cruzaron, el tiempo había borroneado la promesa realizada al calor del miedo de perder al otro. Él escuchaba música, ella paseaba un perro. Ambos siguieron de largo, ambos era pasado . El destino había querido que sigan separados para siempre, infelices.  Tal vez esas cosas que quiere el destino es lo que mantiene al mundo tan triste.

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