Los designios del destino nunca dejarán de sorprenderme.
Después de sequías e inviernos cálidos e hidrópicos, anoche estábamos en la moraga pre-feria,con la barbacoa a pleno gas y los pies enterrados en la arena de la playa malagueña... y se puso a llover. Pero no llovieron estrellas, ni café, ni dinero. Cayó una tormenta de verano lo suficientemente fuerte como para hacer que la selección natural de Darwin se reflejase a nuestro alrededor: en la playa sólo permanecimos los más fuertes.
Menos mal que no he lavado el coche desde hace milenios.