Se lo dijo una y mil veces. Se lo repitió hasta la saciedad. Lo sabía. Lo intuyó desde el primer día, pero es tan fácil mentirse como buscarse un sueño en alguna nube aparcada en el cielo o en alguna estrella fugaz.Luego fue estrella, y feneció, aislada, hasta que deshecha en su purpurina, paulatinamente fue convirtiendo su brillo en mate, máscara sin magia, cuerpo sin destello, lentejuela en el abismo, cuento opaco de sombras sin incendio en la noche, cenizas, polvo noctámbulo.Y fue entonces cuando el tiempo se enrabietó, y le gritó al oído que existía el dolor más allá de los sueños, disfrazado de luna.Cuando entró al hospital se tropezó con un mañana que era pasado y perdió la noción de lo tangible y lo ficticio, de la neblina y del arco iris.El caballero que estaba a su lado le preguntó tímidamente ¿en qué piensa? Y le despertó un presente.A fuerza de intentarlo sabía que acabaría por lograrlo, como en un entrenamiento constante y diario, a razón de varias horas por día. Primero lo echó todo por la borda, luego intentó recomponer los pedazos de un cristal tan frágil que se cortó las yemas de los dedos, y en un arrebato lo arrojó todo al mar.Entre su regazo y mis brazos brotó un milagro de almendras y ternura. Ahí no cabían ni las miradas recelosas, ni el chirrido de los celos ni la rabia, ni el cascabelear de las sospechas, ni el mortecino alarido silencioso de los reproches con carcoma, ni la triaca ni el bálsamo para la herida que vendría después.En el sueño habitaba el orden; de entrada desearnos y amarnos, luego extrañarnos bajo la sutileza efímera de la añoranza, alcanzando después la cúspide del sufrimiento, muros, ladrillos como atalayas erigidas en la distancia de lo que sabemos inalcanzable.Lo sabíamos. Ni siquiera intentamos traicionarnos ni mentirnos.Pero todo esto no es importante, no es lo que quería empujar con la tinta cansada de la pluma, hoy que los versos se han caído, que en el vacío y de entre el vacío busca de nuevo el camino de vuelta devorado por los pájaros ávidos en borrar las huellas del retorno, sabe que la mejor decisión es abandonarse de nuevo a la nada.Hoy que el barro ha confundido los pasos y los estigmas, que llueve, y que el olvido se refugia en las varillas de un arrinconado paraguas bajo el ángulo oscuro de algún bar, llora prosaísmo y realidades.Sale a mojarse de nuevo, como en una caída libre, una vez más se levanta el telón a la espera de una sesión continua de vehementes días con sus horas, sin paraguas, sin saber dónde acaba o empieza el sueño y dónde la marea o la calma y las tempestades.Suma de parpadeos que conforman una vida, impulsos que borran cicatrices, humos que borran aquellos impulsos, imágenes donde volvemos a ver las cicatrices… retazos en continuos recosidos, vida y vacío, sombras, pasado que gotea a nuestras espaldas, presente etéreo que ya besa en la boca al futuro con tornillo. Imposible permanecer impermeable, fragilidad etérea de un ser que se desvanece y se va quitando la piel, las pieles de un viejo yo, que sigue caminando sin rumbo fijo ante las veletas circunstancias de la vida.