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Publicado el 15 junio 2018 por Lauraps


Llevaba tiempo sin pasar página, sin despejar mi mente, sin un ápice de motivación entre las letras. No dejaba de pensar en mi falta de inspiración, en mi constante que era la soledad y la facilidad que había adquirido al olvidar que mi hija tenía un papel muy importante en mi vida, seguíamos hablando pero con un deje de sarcasmo y miradas furtivas por encima del hombro, casi prefería cerrar la boca para que no pudiera juzgarme. No había sido un padre modelo, ni siquiera un escritor de renombre como antaño, mi última novela fue un auténtico fracaso y todavía estoy pagando los platos rotos que los fans dejaron entre miles de comentarios en redes sociales, en internet y en todos y cada uno de los periódicos, estaba fuera de la literatura actual.

Hacía meses que no ponía un pie en el despacho donde solía innovar, crear nuevos personajes y sentir que formaba parte de algo único y auténtico, ya no podía cruzar la puerta, la habitación estaba en completa penumbra y el polvo se dejaba entrever entre las esquinas. Me veía reflejado en aquel lugar, era mi casa, mi mundo, mi pequeña burbuja donde todo dejaba de importar, donde podía despejar mi mente a pesar de las circunstancias. No dejaba que nadie cruzara esa puerta, enseguida notaba si alguien había estado allí o había tocado mis cosas, algo que, en ese preciso momento estaba denotando. En la penumbra de esa habitación, la cual, fue mi único refugio, pude ver una silueta en el sillón donde solía escribir con los pies encima de la mesa, cosa que no soportaba que hiciera...

- ¿Juliet? - encendí la luz de la habitación para poder verla con mayor nitidez. Miré cómo sus zapatos estaban manchando la mesa, lo cual, hizo que apretara los dientes con fuerza y se me erizara el vello de los brazos - ¿Cuántas veces te he dicho que no entres aquí?

- ¿Cuánto hace que no escribes? - me miró con una sonrisa maliciosa en los labios, sabía cómo me fastidiaba esa pregunta pero le parecía ideal hacerla en aquel preciso momento en el que más necesitaba ayuda - ¿Días...? Tal vez... ¿meses?

- ¿Qué haces aquí? - ignoré la pregunta, jamás había tenido un bloqueo creativo tan profundo como aquel sin saber el motivo - Te dije...

- No has respondido a mi pregunta - me cortó, solía hacerlo mucho, yo no era un padre modelo pero ella tampoco me lo ponía fácil - Y mira que es simple...

- Unos seis meses - miré hacia abajo con seriedad, encogiéndome de hombros y dejando que su risa penetrara en mis oídos - ¿No crees que ya te has regodeado bastante?

- No, todavía me queda un poco - puse los ojos en blanco, estaba claro que, aún siendo las doce de la noche prefería estar pinchándome que no durmiendo como hacían las jóvenes de su edad - Recuérdame por qué fue...

- ¿Por qué no vas a acostarte? Mañana tienes clase, ¿recuerdas? - me crucé de brazos para ver su reacción. Se levantó, se acercó a mí y me dijo algo que perforó mi corazón -.

- Hace tanto que no escribes porque eres un fracasado que no ha tenido éxito en la vida, es horrible ser tú - sonrió y salió de la habitación con aquella vestimenta tan poco propia de una chica decente de su edad aunque, no fuese solo eso lo que me sacaba de quicio -.

Su madre murió cuando tenía diez años en un accidente de coche, llovía mucho y cayó por un precipicio. Juliet estuvo durante un tiempo bastante deprimida, tuve que coger las riendas de la casa, de sus estudios y todo lo que su madre llevaba en soledad, dado que, puse mi empeño en mi carrera como escritor y las desatendí por completo, quizá, sin darme cuenta de ello. Desde entonces, no he conseguido conectar con ella, tampoco he tenido oportunidad de conocerla bien, de comunicarme... Está al otro lado de mi habitación pero es como si estuviera a mil kilómetros de distancia. Las reuniones de padres solteros no ayudan en nada, durante ocho años desde la muerte de mi mujer no han habido progresos, ella sabía cómo hablar con ella, mientras que yo, siempre he sabido expresarme escribiendo y cerrándome a todo lo que viniera del exterior.

Aquella noche, tampoco pude dormir. Miré el reloj que había en la mesilla de noche y pude ver que eran las tres de la mañana, cada vez, parecía dormir menos, teniendo un cansancio bastante predominante el resto del día. La luz de mi despacho estaba encendida, recordaba haberla apagado tras la conversación sin sentido que tuvo lugar unas horas antes con Juliet. Fui a apagarla pero, había una hoja justo en medio de la mesa del escritorio, un tipo de papel que no tenía en mi despacho, lo cual, me parecía extraño. Me acerqué poco a poco para leer lo que había escrito en él y no pude quedarme más paralizado: "Vuelve a escribir", rezaba. Cogí la hoja, hice un ovillo con ella y la tiré a la basura, apagando la luz y cerrando la puerta tras de mí. 

Juliet se paseó por casa sobre las ocho de la mañana, volvía a llegar tarde a clase pero le daba igual, era pura felicidad vestida de luto. Profundizó en mí su mirada y dijo algo que hizo que me recurriera un escalofrío por la espalda:

- Recuerda, papá: vuelve a escribir - esta vez, fue una sonrisa sincera la que me transmitió, no había odio, ni malicia, ni un ápice de gusto en su voz, incluso, pensé si estaba cayendo enferma -.

- ¿Por qué lo dices? - quise cogerla del brazo pero era como si se desvaneciera entre mis dedos - ¿Qué...?

- Hazme caso y escribe - se alejó de mí para irse al instituto sin siquiera darme un beso -.

Giré sobre mí mismo y vi la habitación abierta de nuevo, era como si todo mi alrededor me llevara a reanudar mi carrera, ¿era eso lo que estaba pasando? Me acerqué poco a poco a esa habitación, no había nadie pero parecía tener algún tipo de energía que me arrastraba hacia ella, quería que me volviera a sentar en esa silla y sintiera cada palabra a través de mis manos. Lo hice. Fue como si me arropara, como si me hubiera echado de menos pero no era nada comparado con el documento que se había abierto en el ordenador. Era una historia de una joven que había sido asesinada hacía seis meses, sus ojos eran grises, no solía gustarme cómo vestía y llevaba el cabello tintado de negro, su nombre era Juliet.

Ahora podía recordar. Escribí esto tras la muerte de mi hija, me volví loco al saber que había sido víctima de un asesino en serie llamado Carl Dorenver. No fui un padre para mi hija ni estuve con ella, preferí estar escribiendo la mejor obra de todos los tiempos o, al menos, intentándolo para que dejaran de hablar de mi fracaso como escritor debido a mi última novela. Ese fue el libro que empecé, el próximo capítulo de muchos y Juliet quería que siguiera escribiéndolo, ¿eso era algo bueno? Oh, Dios mío... Ella era... Ella... ¿estaba viendo a un fantasma? ¿Podría sacar una historia de todo esto? A pesar de nuestras diferencias, quería que triunfara con mi nuevo libro, quería que resarciera esa decepción que tenían los fans y que reflotara, sabía lo importante que era escribir para mí...

La hoja que tenía en blanco justo a mi lado para empezar a anotar las pequeñas ideas, se llenó de unas palabras que no habría esperado encontrar. Juliet volvía a escribirme, al parecer, quería despedirse: "Me alegra de que al fin hayas entendido el mensaje. No hemos estado muy unidos pero sé que lo más importante para ti ha sido la escritura, es como respirar, jamás pude competir con eso. Espero que con este nuevo libro te alces hacia la cima más alta, te veré desde aquí". Las lágrimas inundaron mis ojos, casi no podía respirar, estaba entre orgulloso de ella y cabreado por no haberme dado cuenta de todo lo que ocurría. Al parecer, mi bloqueo había sido dado por la muerte de Juliet, ella quería que la utilizara para relanzar mi carrera ahora que estaba solo en casa y no tenía a nadie más del que preocuparme, salvo yo mismo. Estuve así durante largo rato pero, ¿sabéis qué? Juliet estuvo observando mi éxito desde aquella cima tan alta...