Revista Literatura
Proyecto Adictos a la Escritura Octubre 2013: Especial Terrorífico
Publicado el 30 octubre 2013 por Patriciao @patokataBuenas, después de tanto tiempo regreso a Adictos y Adictos regresa al ruedo. Aquí el primer proyecto de la nueva temporada.
Espero que lo disfruten...
Parecía un Querubín...
Siempre tuve cierta animadversión a los lugares cerrados, en especial a los Shoppings; lugares frecuentado por gente que no tiene otra cosa más interesante que hacer que encerrarse entre cuatro paredes a hartarse de comida chatarra y a practicar el consumismo. Pero en fin, ese no es el tema central de lo que les voy a contar ahora. Les decía que nunca me gustaron los lugares cerrados pero esa tarde pensé que sería una buena idea hacer algo diferente.
Me crucé con él en el local de licuados y luego pareció que todo era pura coincidencia. Me invitó a tomar algo y acepté; ¿qué podía perder? Conversamos de todo un poco, intentamos cambiar el mundo aunque fuera sólo un día pero ya saben que eso es imposible. Me terminó pareciendo un chico simpático, no le faltaba atractivo y su conversación además de inteligente era picante, podía llegar a provocar un orgasmo a la persona más erudita; pero bueno, yo no buscaba experimentar ese tipo de emoción tan intensa en un sitio tan concurrido. Luego de deambular por el centro me llevó a su apartamento, nos fumamos un porro y luego nos desnudamos. Debo reconocer que fue excitante, al menos sí fue el tipo de locura que andaba necesitando.
Cuando le dije que tenía hambre él se ofreció a hacerme un sandwich. Antes de aceptar me asomé a ver el estado de higiene en el que se encontraba la cocina y me pareció adecuado. El cristal de la ventana, que daba a una primorosa terraza, parecía no existir de tan limpio que estaba. La mesada blanca, brillante y despejada. El refrigerador, la cocina y el microondas ostentaban un blanco inmaculado. El piso encerado, perfumado y resbaloso. Chasquee la lengua y me giré hacía él, que aguardaba con indiferencia a que le diera mi visto bueno. Claro, de no ser así, me hubiera rehusado a comer cualquier cosa que quisiera prepararme. Ante todo la higiene.
Mientras se afanaba en la cocina me fijé si tenía biblioteca. He tenido la suerte de que nunca falta una en la casa de los tipos con los que me voy a la cama. Una vez uno de ellos me hizo tener un orgasmo lorquiano: durante todo el acto me susurró uno de sus poemas al oído. Lorca puede llegar a ser realmente estimulante. Y ahora que lo pienso, el sólo mencionarlo ya me excita; me hubiera gustado mucho hacerlo sobre esa mesada tan limpia…En fin, prosigamos; ojeaba sus libros cuando encontré ese cuaderno; era común y corriente, como los que usa cualquier niño para llevar a la escuela. Lo tuve en mis manos, con indiferencia pasé varias hojas y ví que tenía algunos apuntes pero no alcancé a leer nada ya que pronto volvió con el sándwich.
Luego de una tarde maratónica caímos rendidos. Tengo la particularidad de que puedo dormir una hora de un tirón y recuperar mis energías al máximo, de modo que a la hora desperté y empecé a aburrirme. Quité con suavidad la mano que había dejado entre mis piernas y me levanté despacio para no despertarlo. Me dieron ganas de orinar y al ver el baño tan bonito y limpio, con unos azulejos verde agua tan primorosos, decidí darme una ducha. Luego de secarme, obvie vestirme porque realmente me sentía muy bien así, volví a la biblioteca a buscar ese cuaderno que por ser tan simple llamó poderosamente mi atención.
Es increíble cómo una simple partícula en el aire puede atraer al científico que vive dentro de cada una de nosotros…
Pero como les decía: el cuaderno contenía notas que me parecieron extrañas al principio, desconcertantes después. Me reí, me pareció gracioso imaginar a ese chico escribiendo y sobre todo haciendo lo que describía allí.
Me recosté en el marco de la puerta del dormitorio para verlo dormido, sin dejar de revisar los apuntes. Era un chico lindo, parecía un querubín rubio, con buen físico y diestro en las artes amatorias. ¿Qué edad podría tener? Seguramente fuera menor que yo, era irresistible la atracción que estos tipos me provocaban; y a este tipo de hombres también le gustaban las mujeres mayores, y yo aun estaba en edad de merecer.
Sonreí, me mordí el labio inferior y cierta ansiedad acompañada de duda comenzó a cosquillearme en el cuerpo. Presté más atención. El apartamento brillaba, pensé que era algo poco usual en un chico tan joven. Era obvio que tenía a alguien que le limpiaba el lugar, ¿su madre, quizá?; y si no era así, entonces, ¿por qué poner tanto empeño en la limpieza? Cerré el cuaderno, le di varias vueltas entre los dedos y lo volví a su lugar, casi oculto, en la biblioteca.
Volví a sentir hambre así que decidí prepararme algo yo misma. Pero la cabeza humana que había sobre una bandeja, dentro del refrigerador, me hizo desistir. Les puedo asegurar que abandoné el apartamento a medio vestir, en el camino vomité el sándwich que él me había preparado horas antes y que yo había devorado con ganas. Tuve suerte de que tuviera el sueño profundo; ese detalle me permitió escapar, llevando conmigo ese cuaderno.
Cuando la policía fue por él ya había desaparecido, el apartamento se encontraba en desorden, como si alguien hubiera tenido prisa en marcharse. A pesar de la prueba que les facilité dudaron de mi cordura y estuve a punto de ser internada en un manicomio. Sin embargo, eso no hubiera sido lo peor teniendo en cuenta que estuve a punto de convertirme en una de las tantas mujeres descuartizadas de las que hablaba en sus notas…
Al menos la foto mía que encontré entre sus páginas así lo corroboraba...