Revista Talentos
Voy de camino a casa en medio de calles cargadas con luces y colores, , el frio se arremolina a mi alrededor haciéndome temblar, aspiro con fuerza y el dulce olor a postres caseros típicos de esta época me golpea al pasar frente de una hermosa casa con fachada azul, en la puerta principal se encuentra un Papa Noel de plástico con las palabras Bienvenido. Feliz Navidad! , desde allí el hombrecillo parece hacerme un guiño y una invitación, me resulta demasiado alborozado, asquerosamente alegre para mi humor.
Se escucha una algarabía en las calles y música decembrina por todos lados, parece que todos decidieron salir esta noche. A pocos metros percibo una pareja frente a la vitrina de una joyería, se les nota enamorados. Ella tiene una luz en los ojos que ni el color mas excepcional podría imitar, las mejillas arreboladas, el cabello abundante y rubio cae graciosamente alrededor de sus hombros; el hombre por su parte lleva un largo abrigo oscuro, su rostro dibuja una sonrisa de adoración imposible de imitar, por el traje que lleva deduzco que se trata de un ejecutivo. Ambos capturan mi atención, pues sus risas y besos compartidos frente al estante son encantadores de ver. Mi corazón late más deprisa y mis ojos se empañan, siento pesar de no ser tan feliz como lo son ellos en estos momentos. Suspiro y, decido continuar mi camino, apretó el sobre con el resultado de los análisis médicos que llevo en el bolsillo derecho del abrigo y apresuro mis pasos para cubrir las pocas manzanas hasta mi apartamento. La Sra. Benilda, me recibe en la entrada con una sonrisa dulce y un suéter estampado con renos y campanitas de navidad. Ha sido conserje del edifico por más de diez años y desde que la conozco ha sido una mujer de dulzura suave y con un sentido de la tradición que resulta refrescante en algunos momentos, sin embargo, este no es uno de esos momentos. Con un saludo y una sonrisa educada, me dispuse a esperar el ascensor. Benilda, por otro lado tenía planeada otra cosa; me abordo inmediatamente: ––Sofía! ¿Cómo le ha ido hoy?... Vaya, mi niña no tiene usted buena cara, está pálida. ¿Ya llegó Alex de viaje? No le he visto subir, pero como es noche de navidad y todo eso. ––Comentó ella, con una curiosidad penosamente evidente.
––Estoy bien Sra. Benilda, he tenido un día algo difícil. Alex, parece que no logró tomar el vuelo desde Roma a tiempo y no podrá llegar esta noche, es un hombre muy ocupado ¿sabe? , de todas maneras no me siento bien para una cena navideña, supongo que luego que él regrese saldremos por ahí. ––Rogando a Dios que no me preguntara nada más sobre el tema la ignore. Sin embargo, ella tenía algo más que decirme.
––Qué mala situación! Pero siempre existen milagros Sofía, quizá reciba un milagrito de navidad esta noche. ––Me miro con una enigmática sonrisa en su rostro, afortunadamente el ascensor me salvo decirle algo cortante.
Con un gesto me despedí, entre al elevador y presione el botón del decimo cuarto piso sin mirarla.
No pude evitar que una lágrima surcara mi mejilla al cerrarse las puertas. Había preparado todo para nuestra cena de navidad, velas, pasteles, pan de canela, de todo!. Alex y yo tenemos cuatro años de casados y enamorados, hace poco él fue ascendido en el trabajo y le asignaron viajes de negocios periódicos por toda Europa. Me prometió que estaríamos juntos esta noche. Se suponía que sería una noche maravillosa para los dos, de cosas importantes. Sin embargo, hacia poco me había llamado diciéndome que no había podido abordar y debía quedarse en Roma por al menos dos días más. Mientras todos estaban celebrando, yo estaré sola, triste y sin Alex…Anhelaba un milagro de navidad. Se abrieron las puertas del ascensor y entre al pasillo en donde se alojaba una puerta a cada lado, la de mi apartamento era la derecha. Abrí, arrojé las llaves en el aparador y sin molestarme en encender las luces me fui a la cama. Tal vez por mi soledad, por mi abatimiento, que se yo, no pude evitarlo y me eche a llorar.
Debí quedarme dormida, pues soñaba con la voz de mi querido Alex, en ella me susurraba que me amaba y que ni siete mares me alejarían de él. Sentía que me besaba y yo le besaba, hasta que todo se volvió tan real que me desperté y allí estaban esos ojos dorados, el cabello oscuro revuelto, algo de barba y una sonrisa cansada. Parpadee y sin más me arrojé a sus brazos.
––Estas aquí amor! Pensé que no vendrías, me sentí tan sola, quería que vinieras… ¿Cómo lograste llegar a casa Alex?
––Una avioneta privada y algo costosilla fue habilitada para aquellos que pudieran pagarla, me las arregle para estar en ese vuelo. ––Me tomó el rostro entre sus manos––Te extrañaba demasiado Sofi, necesitaba tenerte así como ahora. No me importa soportar las tempestades y que me alejen de tirado en medio del polo norte; créeme cuando te digo que siempre veré la manera de llegar a ti. Eres mi vida, preciosa. Eres mi amor. Te amo demasiado. ––Me beso intensamente, su colonia tan masculina y su olor produjeron un sentimiento pleno en mí y me dejé llevar a un viaje de amor entre sus brazos.
Al poco rato, me separé un poco y le dije en un susurro que esa sería la última noche de navidad para nosotros dos solos. Me acariciaba el brazo desnudo en esos momentos y sin más, se apartó mirándome confundido.
–– ¿Por qué dices eso cariño? Que te dijo el médico? ¿Estas…bien?––. Me dirigió una mirada nerviosa y preocupada.
––Sí, mi amor tranquilízate. Estoy perfecta! Es solo que…bueno, esta noche somos dos, pero el año próximo seremos tres, entiendes?. ––Sonreí ––Me miró fijamente con aspecto de tonto mientras una sonrisa se extendía en cámara lenta por su rostro. Me abrazo y beso varias veces murmurando cuan alegre se sentía. En esos momentos lo amé más, me sentí enamorada y maravillosamente feliz. Tenía a Alex y pronto tendría a mi bebé. Tenerlos a ellos dos esta noche fue mi milagro de navidad. Pensé: Benilda, tenías razón.
Abrazos y Sonrisas.- Se les quiere.-
Nyra