Revista Diario
Psicopatología de la vida sociopolitica corriente.
Publicado el 04 noviembre 2010 por RomanasMis hijos, que ven desesperados cómo su madre se hunde cada día en un pozo de aislamiento cada vez más profundo ya que a su trastorno degenerativo tipo alzheimer del diagnóstico inicial se ha unido ahora un síntoma terrible, que el neurológo ha denominado afasia primaria progresiva y que consiste en el olvido total de los nombres de las cosas (Sarte y su genial “Las palabras”), lo que, poco a poco, la está sumiendo en el silencio porque, al no recordar palabras tan elementales como vaso, cuchara, pan, etc., se desespera y renuncia a intentar comunicarse con nosotros.De modo que, cumpliendo sus exigencias, he llevado a mi mujer a un hospital de Alicante, único por aquí en el que se realizan los Pets, a que le hagan a ella uno de éstos del cerebro.La factura ha sido de 898 euros, lo que supone unas 150.000 pesetas, un auténtico capital.Como el trámite implica 4 horas y media, mientras mi mujer estaba en manos de los doctores, yo me he puesto a leer en la sala de espera de la consulta, “Situaciones”, del propio Sartre, lo que ha llamado la atención de una elegante y bellísima señora, que me ha preguntado 2 cosas: qué leía y cómo podía hacerlo sin gafas.Cuando le he respondido que estaba leyendo la contestación que Sartre daba a Camus a propósito de la carta que éste le había dirigido sobre el comunismo, la señora, ya con cierta retranca, me ha preguntado quién pensaba yo que tenía razón, si Camus que opinaba en contra de esta ideología política o Sartre que lo hacía a favor.-Verá usted, señora, apenas si he comenzado a leer el texto, lo que sólo me ha dado tiempo para comprobar que Sartre está tan enfadado que le dice a Camus, que, ésta vez, no le va a tratar tan gentilmente como otras veces, pero qué quiere que le diga, señora mía, si yo, da la casualidad que soy comunista y, además, considero que es casi herético comparar a uno con otro, de estos 2 escritores, porque no hay color, Sartre no sólo es mucho mejor escritor que Camus, es que, además, es uno de los más grandes filósofos del siglo XX, y Camus, que yo sepa, aparte “El hombre rebelde”, no ha escrito nada relevante en ese sentido.Y la sra., en plan ya decididamente agresivo, me ha respondido:-De modo que v. es comunista y entonces ¿qué hace v. aquí, en este emporio del capitalismo, un hospital para millonarios internacionales?-Perdone v., señora, pero no la entiendo bien, ¿está tratando v. de decirme que yo debería dar por perdida la salud de mi esposa, por el altísimo coste de la metodología diagnóstica que se le ha aconsejado?-Sí, señor, eso es precisamente lo que quiero decirle: v.,si cree sinceramente en el comunismo, debe de hacer lo que los testigos de Jehová, que dejan morir a sus mujeres e hijos antes que admitir que les hagan transfusiones de sangre.No es la 1ª vez que yo escucho, referido a mi mujer, un argumento semejante, hace unos años, cuando aquella crisis petrolífera que motivó la convocatoria de una huelga de transportistas, coincidí, otra vez, con que, en la cama de al lado de mi esposa en otro hospital, atendían a la del dueño de una flota de camiones y su hijo, un profesor de universidad, que fue a cumplir con uno de los turnos de guardia de la señora, y al que yo le pregunté muy interesado por su ideología política porque llevaba para leer 2 libros de reciente aparición y muy significativos en cuanto a una determinada manera de pensar, “El niño con el pijama a rayas” y “Soldados de Salamina”, éste señor, a lo largo de nuestra charla sobre cómo un simpatizante de la derecha leía tales libros contraaacó diciéndome que a él le parecía mucho más extraño que un tipo como yo, comunista, llevara a su mujer a un hospital fuera de la SS, porque eso implicaba una flagrante contradicción con mi ideario. La pregunta que yo me hago es: alguien, en estos casos, sufre una indudable patología sociopolítica, o la padezco yo, que soy incapaz de aguantar el tipo y dejar que mi mujer se muera por falta de lo que yo considero falta de la atención adecuada en los hospitales de la SS., aguantando además colas interminables, porque ésa es la medicina a la que nos debemos limitar los que no somos partidarios de este capitalismo salvaje que nos sobrepasa, o la sufren estas dos personas, de apariencia educada y moderada que afirman sin ningún rubor que la mujer de un comunista no tiene ningún derecho a luchar con todas sus fuerzas para recuperar su salud, si ello implica gastarse un dinero que a lo peor no tiene.De nada me ha servido replicar que lo que los comunistas pretendemos sólo es que impere la igualdad entre todos los seres humanos, que a nosotros se nos aplique la misma medicina que a otros, si ésta es la mejor, y que el error no reside en nosotros que propugnamos una medicina igualitaria, como en Cuba, donde a Castro le han operado y tratado los mismos médicos que a otro cualquier cubano y en el mismo hospital, sino en los que defienden una medicina selectiva y desigual que favorezca a unos ciudadanos a expensas de otros, porque pensamos que la acumulación injusta de dinero en algunas manos no es sino otro crimen más de lesa injusticia.Luego, en el regreso de Alicante a Cartagena, he vuelto a comprobar cómo el trozo de la autopista de peaje, que se construyó bajo el reinado de Aznar, se halla en unas condiciones pésimas de conservación, mientras que el de la autovía que se construyó bajo el gobierno de González se halla en estupendas condiciones, además de ser gratuita.¿Es por tanto rigurosamente cierto eso que la derecha sostiene de que la economía estatal es, por esencia, inferior a la privada? Si es así, que nos expliquen por qué los ferrocarriles ingleses se hundieron en la miseria durante el decenio de la Thatcher.