Hoy una de las psicólogas de B (trabaja en equipo) me preguntó si noto cómo la terapia es flexible y otras características. Le respondí que no me daba cuenta de qué o cómo era, que no tenía idea de qué botón aprietan.
Recordé a mi mamá, hace muchos, muchos años, diciéndome que ya no iba a llevar a mi hermana con el psicólogo porque no hacían nada, solo jugaban; ya había evolucionado para cuando, años después, llevó a otra de mis hermanas justo con quien ahora es la psicóloga de B.
Bueno: pues ese jugar aprieta botones de no sé dónde, que detonan quién sabe qué e instalan la recuperación.
Le han enviado mensajes con los que no estoy de acuerdo: cuestiones de género y sujeción. Pero tenemos la vida entera para contrarrestarlos y ahora no quiero que una intervención mía mueva nadita de esto que ha hecho que mi niña vuelva a reír, cantar, comer e intentar comunicarse. Sé que por ese camino volverá a hablar -y lo demás-.
Dios es el agente de esta recuperación (Corintios 3:6-9) y de Él es la gloria. Pero qué bendición el trabajo profesional que alivia con un globo, una canción, un recipiente con arena; qué grandes ellas, que sanan poniendo el cuerpo en el trabajo, al tomar de las manos o alzar en brazos; que trabajan de hecho, poniéndose a sí mismas en el proceso, al mirar, hablar, sentir.
Silvia Parque