Desde su toalla observaba, relajada, cómo sus compañeros retozaban en la orilla del mar. Disfrutaba sobremanera viendo tal derroche de alegría y vitalidad.
El grupo decidió tomarse un respiro en su baño para pasear por el borde del mar.
Uno de los amigos se acercó a ella.
-Vamos a pasear un poco –con su sonrisa afable le invitaba a levantarse-, acompáñanos.
Anmaniu algo turbada no respondió y agachó la cabeza.
-No te preocupes, todos estamos desnudos…y todas…Llevas toda la tarde sin moverte –el joven buscaba la forma de conseguir que la muchacha se levantara-, te vendrá bien estirar las piernas.
-Id yendo –dijo finalmente, sin alzar el rostro para ocultar su rubor- yo os alcanzaré.
El joven aceptó la vaguedad de la respuesta y echó a correr para alcanzar al resto de amigos.
Cuando Anmaniu consideró que la distancia era suficiente, se puso en pie y comenzó a caminar; observando avergonzada que sus pies delataban su naturaleza inhumana al no dejar huellas en la arena.